viernes, 30 de enero de 2009

Escultor Maximino Magariños Rodríguez

Texto original de Francisco Pérez Benítez (yerno del escultor) basado en información procedente del archivo familiar de Maximino Magariños Rodríguez.

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1869 - 1927


Índice

Preámbulo.

Introducción.

Evocación: del mundo adivinado.

I. Bosquejo biográfico y perfil artístico.

II. Magariños escultor.

III. Sus viajes.

IV. Los talleres compostelanos.

V. Las enseñanzas artísticas.

VI. El mueble escultórico español.

VII. Magariños edil de la municipalidad.

VIII. Su muerte.

Relación de lugares.

Exposiciones.

Bibliografía.

Documentación gráfica.


Preámbulo.

El hecho de que en el año de 2002 se cumpliera el 75 aniversario de la muerte del escultor Magariños, fue el motivo para movernos a iniciar una labor de investigación como la presente, con la intención de traer a la memoria en tan señalada fecha el testimonio de su vida y obra en la medida en que nos ha sido posible.

En cuanto a su vida, no se trata de unas memorias, sino simplemente de una semblanza mediante la cual sus inquietudes artísticas se traen hasta el presente utilizando para ello en ocasiones el testimonio de sus propias palabras.

Se ha querido dejar testimonio de su vida y obra, en la medida en que lo han permitido los recuerdos de la familia y los documentos que obran en su poder: los fotográficos, las cartas a su esposa, hijos y amistades, los escritos inéditos del propio escultor, los recortes periodísticos, así como las referencias que de sus obras se hacen en distintas publicaciones.

En cuanto a sus obras, se ha llevado a cabo una labor de investigación de campo en Galicia, centro principal de su obra artística, que nos ha permitido constatar que algunas de las obras aquí citadas han desaparecido y otras no han podido ser localizadas dada la fecundidad creadora del artista que transciende su ámbito regional galaico para extenderse por otras regiones de España y del extranjero.


Introducción.

S A N T I A G O es un pueblo cordialmente delicioso. Todo el que visita Santiago acaso no sienta que las gentes que ve en las calles, que vive en aquellas graníticas casas, que devotamente se encuentra en las iglesias, son corazones que se envuelven en una carnal vestidura.

Van estos forasteros atraídos por la fama de una riqueza monumental, pero el tiempo de que dispusieron sólo les permite ver esta manifestación del espíritu santiagués; calles en que cada piedra es un bloque trabajado, edificios que son inmensas moles de granito trazados por arquitectos tan severos como estas personas que nos cruzan en las calles rara vez, y que por su porte, sabemos que son santiagueses.

Estos edificios que nos imponen, tanto por su severidad como por su alto espíritu, están acreditados en su alta significación por el valor que alcanzaron ante muchas generaciones y aun también en el tiempo que, confirmando la sólida fe de los artífices que con el corazón y el talento supieron levantarlos, pone su adorno de inigualable decoración, en la pátina secular que sólo el tiempo en su decurso y con sus borrascosas pruebas presta, en fin convencido, a las obras del espíritu y para honra de los pueblos que saben sostenerlas.

Esto ve el forastero y esto busca el curioso que va a Santiago, pero no pueden regalarse tanto en su propósito que penetren en lo que aun muchos forasteros, profesores y estudiantes que viven años en Santiago apenas llegan a conocer.

Pero ya en estas ingenuas apreciaciones del adorno exterior, están implícitas señales evidentes del carácter del pueblo santiagués. Así, en los monumentos de Santiago están esculpidos y arquitecurados los caracteres de este viejo pueblo que aún hoy, en el mundo más banal y superficial actual, transciende en este pueblo a aquel viejo que, báculo y conchas, encontró en quienes espiritualmente les siguen y reverentes guardan su Sepulcro, como cariñosa ofrenda de gratitud, la elevación espiritual que consiguió en almas buenas.

Alrededor de aquel templo que la fe de unas devotas gentes y muchos peregrinos levantaron al Apóstol de La Penitencia, llegó primero el arte amoroso que escuchó en las lejanas ciudades, en los humildes talleres, aquel clamor que era declinación de las trémulas oraciones llenas de emoción de unos peregrinos llegados al fin de su andar penitente, y también clamor de las alegrías del alma de un pueblo que alcanzó en aquellos tiempos uno de los favores sin ejemplo de nuestra patria.

Llegó el arte amoroso y con él, el artista. El artista casi llegó como el peregrino, pobre en ambiciones pero inmensamente rico en el corazón y encontró allí su morada porque la morada del arte no está junto al fausto, sino junto al amor. El arte no busca el dinero ni la gloria, sino la satisfacción íntima de la realización.

El artista no se apartará de su pensamiento creador, acaso se disocie, acaso salgan del árbol honroso del arte compostelano pseudo artistas, artistas para la sociedad, que en falta de ambiente emigrarán y se honrarán... pero lejos, en tanto que el artífice cristiano dormirá o vegetará en esperanza cristiana, en esa esperanza firme del que sabe de las cosas terrenas y también de la inmortalidad.

Es curioso, Galicia entera tiene esta forma de expresión de gratitud. Por cualquier pueblo o aldea que paséis una cosa os llamará la atención: la dedicación religiosa a los muertos. Un pobre honra a sus difuntos con religiosa devoción y con lo mejor de sus dineros. Para los muertos no se regatea el sacrificio económico que en la vida diaria se regatea al pan mismo. Este signo, esta costumbre, como dirían los afanosos de datos de sociología, no es más que un amor inquebrantable y tierno que todo lo domina y que en Galicia es prueba para el extraño y orientación para el creyente de que los muertos algo tienen que ver con nosotros.[1]


Evocación

Una tarde de abril en que

La tenue llovizna triste/

Humedecía en silencio/

De las discretas calles las baldosas/

Mientras en los espacios resonaban/

Las campanas con lentas vibraciones/.

(Rosalía de Castro)

Rosalía desciende sola y trémula la escalinata de la iglesia de San Martín Pinario. “Un poniente de evasiones repentinas” llegó con la brisa que venía fragante y directa de los laureles. Duda, luego pulsa el picaporte que resuena tímido en el silencio de la inmensa iglesia solitaria, y avanza recogida y expectante hacia la apoteosis del Gran Altar.

San Pedro de Mezonzo desde su hornacina adosada al muro humedecido, se revuelve barroco para seguirla con telúrica mirada. Un seminarista sentimental, de tierras de Bergantiños, transido de súbita saudade irrumpe en el órgano con unas chirimias, que tornándose muñeiras alcanzan los sones largos y solemnes de un himno céltico.

Otra mujer, también embarazada, que con devoto ensimismamiento se postraba ante la imagen de Santa Escolástica, se llena de arrobamiento por aquella música, y siente la irrupción de un culto paralelo en el clamor de la galaica tierra, la emoción de la genuina latitud, fundida la música con el mar y el cielo en la luz azul de los altos ventanales como una confidencia cósmica, mi abuela Dolores Rodríguez de Bendaña, que descubre en sus entrañas las maternales dulzuras del que había de ser mi padre, el escultor Magariños.[2]


I. Bosquejo biográfico y perfil artístico.

Dolores Rodríguez de Bendaña[3] se casó con Juan Manuel Magariños Blanco, De este matrimonio nace Maximino Magariños Rodríguez de Bendaña sexto hijo del matrimonio al que siguieron tres más, dos de los cuales fallecieron a corta edad. Santiago, el mayor de los hermanos, marchó a Argentina siendo aun muy joven y una vez establecido allí mandó llamar a su otro hermano Joaquín. Quedaron en Santiago de Compostela con sus padres Manuel y Maximino y sus tres hermanas, Generoso, Socorro y Teresa.

Nace Maximino en la madrugada del día dieciocho de noviembre de 1869, en la calle del Franco 11 de la ciudad de Santiago de Compostela. Su bautismo tuvo lugar en la mañana de ese mismo día, en la iglesia parroquial de San Fructuoso y San Juan Bautista (Evangelista) de dicha ciudad. El niño recibió el nombre de Maximino y así se le llamó durante los años de su niñez, pero por error se hizo figurar en la partida de bautismo con el nombre de Ricardo, por lo que hubo un periodo de transición en el que el escultor ya adolescente, comenzó a utilizar el nombre compuesto de Ricardo Maximino, hasta que en 1892, por expediente formado y auto del Ilustrísimo Señor Provisor D. Victoriano Bandín (?), de nueve de julio de dicho año, se hizo constar formalmente mediante nota marginal en la partida de bautismo, que “este niño ha sido bautizado con el nombre de Maximino y no Ricardo”, y desde entonces el escultor comenzó a utilizar solo el nombre de Maximino con el que se le ha llegado a conocer.

En 1893 su hermano Joaquín le escribe desde Rosario de Santa Fe en Argentina. “ Veo que el error de tu nombre era fundado y que desde ahora serás Maximino como en tu infancia te llamábamos pues yo casi no podía acostumbrarme a llamarte Ricardo”

Hubo durante algún tiempo en la familia la creencia de que el cambio de nombre se originó como consecuencia de la situación de guerras coloniales por las que atravesaba España, con la intención de evitar ser enrolado como soldado de traje a rayas en las campañas de Cuba. Algo hay de verosimilitud en esta creencia si se tiene en cuenta que “Ricardo” pertenecía al reemplazo de 1889 y estaba registrado en el Batallón de Depósito de Santiago número 62 como recluta en Depósito excedente de cupo y controlado mediante obligación de pasar revista todos los años durante seis años que se cumplían en 1895. La revolución de 1868 favoreció la sublevación e hizo estallar la primera guerra de Cuba en la que desapareció un tío suyo, en 1895 estalló la segunda.

En estos años de guerras coloniales la preocupación de los jóvenes por evitar el servicio militar era evidente. Joaquín estaba seriamente preocupado porque su hermano menor no fuera al servicio y le escribe “me dices que has estado en La Coruña por ver de librarte del servicio, pues yo creo que a ti no te tocaría de servir a la patria por ser hijo de viuda. Es verdad que estoy (vivo) pero bien pueden decir que me he muerto o que no saben dónde estoy.” Joaquín por aquel entonces se encontraba soltero y esto era un obstáculo para librar a Ricardo del servicio. Es por ello que en 1888 insiste en el tema y le escribe a su madre “Tengo el gusto de remitirle la Fe de casado para que con ella pueda librar a Ricardo del servicio. Por los diarios se las noticias de que emigra mucha gente de esa y de las otras provincias, pues hace dos meses que embarcaron más de seiscientos emigrantes para esta pues el gobierno les paga el pasaje hasta el punto que ellos quieran ir, así que si libra Ricardo del servicio y tenga los despachos de libre, que se presente a los agentes y como emigrante se viene, pues son bien tratados en los vapores” .

Su padre Juan Manuel Magariños era escultor con taller propio en Santiago y en el ambiente del trabajo artístico del padre pasó su infancia y junto con su hermano mayor Manuel siguieron la vena artística del padre.

A los once años quedó huérfano de padre, por lo que su hermano mayor Santiago desde Argentina se preocupaba por su educación. En 1885 escribe a su madre: “Espero me haga escribir con Ricardo y me diga que tal se encuentra para poder seguir estudiando algo que precise, ya en cuentas, ya en escritura, y si ha estudiado algún año en la escuela normal y si en otras escuelas para según eso hacerle estudiar, o dedicarle a lo que mejor le convenga, o a lo que él tenga alguna inclinación...”

Durante su adolescencia Maximino asistió a los cursos de modelado que se impartían en la Academia de Modelado de “La Económica” de Santiago en la que se formaron otros jóvenes, futuros artistas compostelanos. Con 16 años se sabe que estuvo de escultor con su maestro el escultor Corgo Hermida en el taller que este tenía en la Rúa Traviesa y que el pintor Beltrán, de la Rúa de San Pedro le tenía por muy adelantado en el dibujo. Tuvo además la oportunidad de tener como maestro a Sanmartín de la Serna. Corgo fue oficial de su padre y compañero de su hermano Manuel. Ambos maestros al decir de José María Moar, murieron en el Gran Hospital, “triste privilegio de muchos artistas compostelanos.”[4]

Este sentimiento de “triste privilegio” lo compartía también Magariños con Moar.

“El estudio que me proporcionara ver como la ciudad de Santiago había dejado morir abandonado a Ferreiro y que a pesar de tropezar a todos los instantes con sus maravillosas obras no consagrasen un recuerdo; ver como Sanmartín y Corgo murieron en un hospital de caridad y que Brocos padeciera lo mismo al ser arrojado de esta ciudad, todo por el delito de pretender no supeditarse a seguir la farsa local de todas estas gentes que les molesta el carácter de actividad en el trabajo, hizo presa en mi pensamiento de, tarde o temprano, seguirles en su desgracia.”

Sin embargo tenía Magariños un fuerte carácter independiente y constancia en el trabajo. “Procurar unas cuantas pesetas para constituirse en zángano”, era una conducta que no iba con su carácter de hombre trabajador y estudioso y mucho menos con la promesa hecha al arzobispo Martín Herrera que recién llegado a Santiago tuvo oportunidad de ver una de sus primeras obras y tuvo para el joven artista palabras de aliento y de iniciativas para el futuro.

Alentado por aquellos consejos y cariñosas palabras se propuso seguir un programa de actuación libre e independiente.

“Los escultores estamos poco acreditados de personas serias, voy a ver si puedo ahorrar algún dinero y formar un taller, educar muchachos y responderle al señor arzobispo con el ejemplo de sus iniciativas.”

“Soy aún muy joven, pues a pesar de tener “flores” en la cabeza y barba no carezco de buena salud, y a no ser por esta pícara jaqueca que me da por veces, yo no sé lo que es el dolor en mi cuerpo, pues mi genio no me permite estar quieto, y así como me propuse desde muy niño a ser artista, si tomo la carrera que querían en el comercio creo haría fortuna, pero detesto los números y el comercio, soy demasiado sentimental y sueño con el arte y vivo solamente para mi Galicia que quisiera ver convertida en una Grecia artística.”

Este fue el pensamiento que embargó a Maximino Magariños a lo largo de toda su vida, corta vida, pues en 1927, aún no había cumplido 58 años, moría en Santiago víctima de una septicemia dejando viuda y trece hijos.

A los veintinueve años casó con una joven de dieciséis que conoció en Órdenes, Josefa Rodríguez Liste. Los casó D. Andrés calo Brage, coadjutor de la Iglesia Parroquial de san fructuosos y San Juan Evangelista, de Santiago, el día 14 de agosto de 1899.

Maximino Magariños fue muy prolífico y durante su matrimonio que duró veintisiete años pudo reunir a su mesa nada menos que a dieciséis hijos. Se recuerda, como anécdota familiar, que al nacerle sus dos gemelas, Pilar y Rosario, salió a la rúa todo contento y tropezándose con su entrañable amigo el médico D. Joaquín Vaamonde le dijo: - Me acaba de tocar la lotería son dos gemelitas preciosas -. El amigo le preguntó - ¿Cuántos hijos tiene usted Magariños? -. - Con estas gemelas hacen trece - . - ¡Que barbaridad! - le dijo Vaamonde, a lo que Maximino le respondió, - ¿Y usted Vaamonde? - - Bueno, yo tengo dieciocho pero... ¡ya están criados! - Con tantos hijos era muy grande el calor afectivo que le proporcionaba su hogar, esto y el respeto y amor que le profesaba su esposa, así como su constancia en el trabajo, fueron las coordenadas que le guiaron en su lucha diaria.

A lo largo de su vida artística fue requerido para concurrir a exposiciones nacionales y regionales en donde sus admiradores esperaban un gran triunfo y el hecho de que en su primera exposición nacional de 1897 en Madrid, fuera mencionado por Don Francisco Alcántara en su reseña crítica, entre los artistas más notables que concurrieron al certamen, hizo creer a todos que era un porvenir lisonjero el que le esperaba. No fue así. Su lucha en defensa de las artes compostelanas fue constante y tuvo que vencer la incomprensión de sus propios colegas que le llegaron a tildar de loco e iluso.

Emprendió el estudio de las tallas, admiró a Berruguete, Mena y Alonso Cano y se concentró en su pueblo, al que quería ver convertido en un centro artístico.

“Sin duda me tendrán algunos como un artista de cartel por las obras que mandé a las exposiciones, pero lo que me ha hecho más honor es que me llamen un “pobre maestro de escuela” pues mi ilusión ha sido siempre hacer artistas y a contar con medios a estas horas verían el lugar que representábamos. Discípulos tengo muchos, han venido de Asturias y de todas partes de Galicia a estudiar a mi taller. Todos me respetan y quieren.”

A su muerte la prensa local y regional, en España y la de Montevideo, en Uruguay y Argentina se hizo eco de la misma, en artículos que resaltaron la obra artística que desarrollo durante su vida. Su sepelio fue una demostración de admiración hacia su persona y de cariño hacia su familia.

En la formación de Magariños concurren de forma determinante tres factores: primero, el haber tenido una infancia marcada por la influencia artística de su padre y su hermano mayor Manuel, ambos escultores, que sin proponérselo, infundieron en Magariños desde muy niño la idea de llegar a ser escultor; segundo, las enseñanzas recibidas en la Escuela de Dibujo y Modelado de "La Económica" de >Santiago de sus maestros Brocos, Sanmartín y Miras, que le llegaron a tener como discípulo aventajado y predilecto en el que inculcaron la concepción naturalista y realista en la escultura que ellos introdujeron en Galicia; y tercero su formación autodidacta. Hombre sereno y ecuánime busca en el estudio y en el trabajo disciplinado el método para llevar a cabo la realización de sus ideas y proyectos artísticos mediante un programa que se trazó desde muy joven, tratando de conservar en cuantas obras ejecuta el carácter propio de la escuela compostelana, mostrándose con los años como un artista capacitado que sabe escoger asesores artísticos y religiosos para la ejecución de sus obras, las cuales, los estudiosos del arte gallego, las enmarcan dentro del eclecticismo y de la corriente historicista que predomina en la escuela compostelana en le periodos de cambio de siglos del XIX al XX, en el que desarrolla toda su actividad artística, con una personalidad propia muy en consonancia con su carácter independiente, que se hace patente en los rasgos característicos que definen su obra de imaginería religiosa, que fue su principal ocupación, inspirada en modelos barrocos.

Sus figuras masculinas presentan una fuerte caída de hombros estrechos, rostros ovalados de rasgos muy marcados, nariz afilada y ojos hundidos enmarcados por una profundas cuencas. Los paños muestran la influencia de Ferreiro en la composición de los pliegues que, en ocasiones, insinúan la anatomía de la pierna avanzada y oculta.

En las figuras femeninas se decanta por una composición piramidal, de canon esbelto, facciones serenas y místicas, muy características del arte gallego, cabellos largos y lumínicos, vestidos con paños largos y amplios, adaptados en su composición a la advocación que representa la imagen esculpida, con grandes arremolinamientos en sus Inmaculadas.

Sus Cristos crucificados, en expiración o en agonía y sus Cristos yacentes nos muestran a Magariños como un escultor anatómico que utiliza en la composición de la figura una anatomía de realismo sorprendente y de un expresionismo exasperado que revelan el sufrimiento interior padecido.

La policromía de sus figuras es sobria. Magariños se revela contra los pintores que en su tiempo embadurnaban las imágenes tratando de imitar las tonalidades de las imágenes que se importaban de otras regiones de España, y se hizo pintor y policromista de sus propias obras, utilizando una quasimonocromía de blancos y azules que aportan a la figura esculpida la tenue cromática del mármol y marfil.

En cuanto a sus retablos hay quién considera a Magariños como el más característico y fecundo de los retablistas gallegos de su tiempo. Su arte evoluciona del neogótico al neoplateresco.

En términos generales Magariños da a sus retablos una estructura armónica en la que destacan el detalle y proporción de los elementos iconográficos enmarcados en hornacinas separadas por pilastras estriadas o columnas estilizadas que sirven de división a las entrecalles del retablo. El cuerpo inferior muestra bajorrelieves con temas alegóricos, escudos o emblemas de la orden religiosa que encarga la obra o de personajes que recuerdan la época en que se hizo. En el segundo cuerpo, o cuerpo principal del retablo, Magariños opta por colocar imágenes de bulto y altorrelieves en las entrecalles, así como paneles tallados con motivos inspirados en estampas renacentistas y grabados de Gustavo Doré. En el ático, o cuerpo superior, destacan las cresterías neogóticas y los pináculos flamígeros, sustituidos por detalles clásicos en los retablos neoplateresco.

En la última etapa de su actividad artística Magariños dedica su maestría como tallista a la construcción del mueble escultórico con raíces en el Renacimiento Español que alcanzará renombre entre el público de arte y en las exposiciones nacionales y extranjeras por haber conseguido interpretar tal estilo si las mistificaciones a que le llevó el afán comercial de otras regiones. La talla escultórica, la deliciosa gracia de la composición y el virtuosismo en la líneas constituyen el cualitativo más importante del mueble escultórico de Magariños que consigue que la ornamentación y las artes decorativas se fundan con la estética industrial, consiguiendo uno de los estilos de muebles más estimables y valiosos del arte español de su tiempo.


II. Magariños escultor.

Magariños desde muy niño tuvo conciencia de formar parte de una familia de artistas y él mismo confiesa que a los ocho años realizó su primera escultura consistente en un crucifijo de boj, pues quería ser escultor: “Mi familia procede toda de artistas. Un hermano de mi abuelo materno fue el encargado que tuvo Ferreiro cuando la obra escultórica de este Consistorio, un hermano de mi padre, que era también de Caldas de Reyes, como mi padre, fuera un gran artista que desapareció cuando la primera guerra de Cuba y nada se ha sabido de él más.”

“ Mi padre desde muy joven vino a Santiago con su hermano Domingo entrando ambos en el taller del escultor Rodeiro. Mi padre tuvo poco aprendizaje porque el maestro no quería enseñar y aun más se ocultaba de sus discípulos para hacer cualquier escultura. Se cuenta que le mandó hacer unas manos cruzadas y le ordenó que las hiciese al revés, pero mi padre las hizo copiando por las suyas y como buscase pretexto el maestro lo despidió, ganaba una peseta diaria. Como tuviese muchas amistades le recomendaron que se estableciese, como en efecto así hizo en una tienda que da esquina frente al pórtico del Colegio de Fonseca, conocida entonces por los Placeres (plazuela hoy de Fonseca), y después en su casa del franco número 6 donde nacieran todos mis hermanos mayores, yo nací en el número 11 de esa calle.”

“Sus obras fueron muchas pero todas pequeñas, concretándose a la construcción de imágenes que hizo para distintos puntos. Tiene el San Mauro del Santuario a dos leguas de Amés. También tiene la cabeza y actitud de la Virgen de las Angustias con el Divino Salvador en los brazos que se venera en la Iglesia de Santa María la Mayor de Pontevedra y muchas otras que por extraviarse un pliego de papel de barba que él dejó escrito de sus principales obras y que yo debí extraviar, no puedo dar noticias exactas del número de estas.”

Son también obras del padre de Maximino un busto del Papa León XIII que hizo por encargo del Cardenal Miguel Payá, arzobispo de Santiago, las puertas talladas del oratorio del Pazo de San Lorenzo en Santiago y la Virgen de La Saleta en Santa María de Siada, cerca de Lalín.

Tras una larga enfermedad que le tuvo encamado seis meses, falleció el padre el 10 de diciembre de 1880.

Al frente del taller quedó su hermano mayor Manuel, el tenía entonces once años. Su madre y su hermana Generosa pusieron una tienda de bordados en el número 48 de la Rúa del Villar y con la ayuda económica que le proporcionaba la profesión de partera de su otra hermana Socorro fueron tirando en esos primeros años difíciles después de la muerte del padre.

Manuel desde su más tierna edad se manifestó con grandes aptitudes para la escultura. Su fuerte era la escultura decorativa, porque “era tan extravagante su imaginación que causaban admiración y asombro sus obras”. Esculpió centenares de crucifijos, en su mayor parte de boj, que hacía en poco más de una sesión, o sea, en doce o catorce horas. Era un escultor fantástico pues todas sus obras “revelaban poesía”.

“Él y yo nos llevábamos siempre muy mal como artistas, pues nunca pudimos congeniar, los caracteres eran tan distintos que no podíamos estar quince días juntos. Yo jamás le corté la voluntad y siempre admiré sus trabajos. Él era quién daba motivos, porque cuando por necesidad tenía que corregirle algún detalle, se incomodaba y desaparecía del pueblo por grandes temporadas y regresaba algo deteriorado. En su vida privada fue honrado, pero un bohemio y no dejó constituida familia. De regreso de Lugo a donde se escapó para poner taller falleció de una tisis el 27 de abril de 1907, a mi lado.”

Manuel Magariños fue compañero del escultor Corgo Hermida y trabajo para el tallista J. Landeira, tallándole esculturas para altares. De Manuel es el Pórtico del Casino de Caballeros de Pontevedra, parte del mausoleo de Rosalía de Castro y la biblioteca de Sánchez Freire. Ayudó a Maximino en los retablos de Viascón (Pontevedra) y en el altar de la capilla del Obispo de Tuy, hoy desaparecida.

En 1881 marchó su hermano al servicio del rey, quedó Maximino al cuidado del taller y herramientas porque así se lo había encargado su hermano. En ese periodo de ausencia del hermano mayor, Maximino, con apenas doce años se dedicaba a esculpir figuritas que vendía para los nacimientos de Nochebuena. Su madre le puso un pasante para que no se descuidara en el estudio y regresado su hermano pretendieron que dejara las cosas del taller y se aplicara tan solo al estudio con la intención de que más tarde entrara en el comercio o hiciese la carera de farmacéutico y pudiera emigrar a Argentina para ayudar a su otro hermano Santiago que ejercía de boticario en Rosario de Santa Fe.

“Cuando regresó mi hermano pretendió él y mi madre que hiciese la carrera de farmacéutico para ir a ayudar a mi hermano”. El pasante, después de luchar con el joven artista en ciernes y viendo que siempre lo encontraba con las gubias en las manos o dibujando aconsejó a su madre y hermano que no le torciesen su vocación. Su hermano se indignó tanto que le prohibió la entrada en el taller y fue entonces cuando Maximino le pidió al escultor Corgo que le admitiese en el suyo. “Hemos simpatizado tanto que mi cariño hacia él será eterno.”

Siendo muy joven asistió a los cursos de modelado y dibujo que se impartían en la Escuela de Dibujo y Modelado de la Real Sociedad Económica de Amigos del País, de Santiago. Sus maestros fueron López Mirás, Brocos y Sanmartín de la Serna.

Era aún adolescente y gustaba de leer la obra de Juan de Arfe, Varia Conmesuración para escultura y arquitectura que perteneció a su padre y en el que se instruía como escultor. El libro lo cedió al maestro marmolista Constela cuando estaba labrando en una sola pieza el frontal del altar mayor de la Catedral y que él gustaba de ver y ayudar. Constela le devolvió el libro, que Magariños, años más tarde lo regaló a su amigo el orfebre Pedro Losa para que se instruyera y le ayudara en sus iniciativas, pero éste no le aceptó el regalo al saber que se trataba de una obra que Magariños la tenía como herencia de su padre y preciada joya de su formación artística.

Con esfuerzo personal compaginó los estudios en La Económica con su trabajo en el taller. Algunas tardes las pasaba con sus entrañables amigos y colegas de clase y mientras Varela, Carrero, Murguia, Mirelli y Bar dibujaban y pintaban él estudiaba el natural con su barro, y en muchas ocasiones su taller se convertía en punto de reunión donde se fraguaban los pensamientos que habrían de desarrollarse al día siguiente en clase. Cuando abandonó la escuela ya llevaba algunos años establecido como escultor en un taller que abrió en la calle del Franco 16.

Cuando tenía 18 años habían pasado grandes acontecimientos en la familia. Su hermano Manuel se había distanciado y caído en todo género de vicisitudes y su otro hermano Santiago que tenía en proyecto colocar a Maximino en la botica que regentaba en Rosario de Santa Fe en La Argentina, había muerto. Su buen maestro Corgo no tenía trabajo por la excesiva aglomeración de esculturas de pasta que invadían los comercios, causa por la cual en poco tiempo se dispersaron los artistas compostelanos. Magariños no quiso descuidarse y procuró dedicarse a estudiar pues tenía la esperanza de que en poco tiempo habría de desterrar el comercio de imágenes de pasta. Algunos colegas le tildaron de loco e iluso.

“Mis primeros trabajos fueron restaurar de escultura y pintura un altar en la parroquia de Noia. Y bien por exceso de trabajo o por la caída que sufrí en la obra enfermé y tuve que volver a casa donde mi madre me cuidó con todo esmero, recuperándome muy pronto.”

“Cobré 19 duros por un trabajo que me compró D. Manuel Novo y con las monedas compré herramientas y fui al lugar de Aldrey (Muros ¿) y encontré un enorme castaño que lo tenían por podrido y estaba sano cuando lo serré. Cargó cinco carros y por el tronco me dieron 27 duros. Empecé a discurrir. Los primeros encargos de estatuaria los hice imitando las figuras extranjeras (se refiere a otras regiones de España) y como las daba casi al mismo tiempo que me las encargaban, corrió la fama y en poco tiempo me he visto comprometidísimo, pues yo no podía hacer tanto.”

“Mi primera obra original estatuaria fue una imagen de San Francisco de Asís, encargo del párroco de Cée. La fui a modelar al convento de los padres franciscanos de Cée y pensé que había llegado el momento de hacer algo y con la ayuda de los pp. franciscanos modelé la figura sirviéndome un lego de modelo y tomando el modelo el hábito, la esculpí sacándola de puntos.”

El personaje místico de San Francisco de Asís ha servido siempre de inspiración a escultores y pintores. Magariños sentía una especial inclinación artística por esta figura a la que llegó a representar en diversas esculturas a lo largo de su vida.

Sus colegas creyeron que iba a profesar por el tiempo que pasaba en el convento, pero él les rogaba le dejasen solo y en libertad y que no le aconsejasen nada, pues quería hacer su primera obra con “su escuela”. “Esta obra la hice con todo el cariño de mi alma inocente de artista, y unas veces me parecía hermosa y otras detestable.”

Al tenerla esculpida la vio D. José Fenollera que por casualidad entrara en su taller de la calle del Franco y quedó tan sorprendido que al día siguiente le hizo una nueva visita acompañado por D. Joaquín Díaz de Rábago, director de la Sociedad Económica y D. Alfredo Brañas, catedrático de la Universidad, quienes entusiasmados escribieron una noticia o artículo en el periódico local “El Alcance”, y con tal motivo fue mucha la gente que por curiosidad se acercó al taller para conocer la obra. Rábago quiso comprársela pero la obra ya tenía dueño y como este le escribiese para que la imagen fuera bendecida por el Sr. Arzobispo Martín de Herrera, Magariños la llevó él mismo, ayudado tan solo por el aprendiz que por entonces tenía al palacio arzobispal. El Sr. Arzobispo la bendijo y tuvo ocasión de charlar con el joven autor de la obra, dándole el parabién y ofreciéndole consejos e iniciativas para el futuro. Siempre se comentó en la familia que el arzobispo hizo ante los que se encontraban presentes el siguiente comentario: “Vieron ustedes que imagen tan hermosa, yo jamás he visto cosa que hablase tanto al espíritu.”

Con motivo de la Exposición Regional de Lugo en 1896, los alumnos de “La Económica” fueron convocados para contribuir a dicha exposición con alguna obra. Magariños expuso lo deficiente de sus producciones, no obstante pensó que había que hacer un esfuerzo extremo, pues en aquella época no estaba su economía para distraer dinero porque “santo hecho cuartos gastados”. Así es que anduvo por todas partes de la ciudad para encontrar un modelo para hacer una cabeza de estudio y mandarla a la exposición de Lugo: “Ya regresaba al taller cuando vi a un hombre que entraba en la Catedral, lo esperé y cuando le propuse mi objeto se apresuró a decirme que estaba a mi disposición. Emprendí la obra que me llevó pocas sesiones. El mayor trabajo fue vaciarla. La mandé a Lugo y empezaron a hacer mofa de la caja creyendo que mandaba un santo que copiara de los de pasta.”

“La fortuna fue que Cobrerós (posiblemente Nemesio Cobrerós, arquitecto que actuaría de comisario de la exposición) presenciase el desembalaje y él mismo me dijo que le había sorprendido y sin conocerme tomara el asunto con interés, porque advirtiera tendencia a ridiculizar mi obra por parte de los ebanistas que hacían en la exposición la instalación de Landeira, y al decir estos que yo no la había hecho, tomara rigurosamente medidas y al saber la verdad fue motivo para decir públicamente que era la mejor obra escultórica presentada en la exposición. Todo esto lo he visto con frialdad porque no era aun hora para tomarlo en serio tratándose de un artista aun muy joven que se educó en tan pequeño radio y tenía tan limitadas amistades artísticas”.

Al año siguiente de la exposición de Lugo, supo que se celebraba la nacional de Bellas Artes de Madrid, y como ardía en deseos de conocer los museos y de visitar ciudades tan conocidas en arte como León, Astorga, Burgos y Toledo, pensó en aprovechar la oportunidad que le brindaba la exposición para realizar este viaje de estudio y al mismo tiempo obtener la entrada antes de la exposición para ver como se colocaban las obras. Tomó la cabeza de estudio que presentó en Lugo y la mandó a Madrid y el ayuntamiento le subvencionó con docientas cincuenta pesetas. En esta exposición se le premió con mención, según quedó testimonio de ello en los comentarios del crítico de arte D. Francisco Alcántara, publicados en los cuadernos que con el título “La Exposición Nacional de Bellas Artes de 1897”, se dedicaron a la reproducción autotípica de las obras más notables del certamen. “Como mi objeto era principalmente entrar en la exposición y tener oportunidad de visitar los museos, no me he vuelto a preocupar del trabajo premiado, que no se lo que fue de él.”

Presentó en la Exposición de Gijón de 1899, que se celebró en el Pabellón de Bellas Artes, otro estudio. Nueve tablas talladas en la Exposición de Murcia (sin que cite el año), una escultura en relieve tallada en madera representando el tránsito de San José en la Exposición Internacional de Madrid de 1907, cuatro tablas de nogal en la de Santiago. En todas estas exposiciones obtuvo primeras medallas: “pero nunca he mandado mis obras con lucro de premio y sí solamente para hacer conocer a Santiago como centro artístico.”

Con motivo de la Exposición de Buenos Aires de 1910, Magariños presentó unas tallas que por un descuido suyo apunto estuvieron de no figurar en el certamen. Esto se conoce por la correspondencia cruzada entre D. Mariano Benlliure y D. Augusto G. Besada, que siempre demostró gran interés por el joven escultor.

“A pesar de ser un trabajo que por su bondad no necesita recomendación para admitirlo, tuve que dar algunos pasos para que no pusieran inconvenientes los compañeros del jurado. El Sr. Magariños dirigió el talón del envío de sus tallas al jurado, este no teniendo atribuciones para recogerlo lo envió al Ministerio y en el Ministerio continuaría durmiendo de no haberlo sabido yo, y terminado el plazo de admisión hice que se admitieran. En fin nada de particular he hecho pero como digo hubiese sido una pena si por un descuido esas obras no hubiesen figurado en aquel certamen. Tengo grandes deseos de conocer su poética y hermosa región, admirar su arte típico, sus esculturas en madera, especialidad del país, siendo Magariños uno de los maestros contemporáneos. Pronto iré a darle un abrazo, su buen amigo, Mariano. Hoy 4 - 5 - 910.”

Con motivo de la exposición que el Centro Gallego de Madrid iba a celebrar en la capital D. Ricardo B. Vilariño le pidió referencia de algunas de sus obras, a lo que contestó Magariños:

“Obras tengo muchas en imaginería que fue siempre mi campo, algunas alcanzaron renombre en todos los sentidos y hoy las tienen en gran estima. Tengo obras en Galicia, Asturias, Castilla La Nueva, Castilla La Vieja, Extremadura, Portugal, América y en muchas más partes que no recuerdo. Muchas obras fueron adquiridas por revendedores de objetos de arte, sobre todo tablas talladas en nogal y algunas remití a Irún para ser enviadas seguramente a Francia, pero a mí no me consta este dato porque el comprador hacía sus adquisiciones a título personal.”

En su correspondencia con D. Alejandro Pérez Lugín (autor de la novela “La Casa de la Troya”), hace referencia a algunas de sus obras en Galicia: “En Galicia tengo algunas obras dignas de conocerse. En Viascón dos retablos, en Puente Caldelas (lugar de Parada) uno plateresco, en Ribadeo cinco y entre estos un púlpito donde esculpí la intervención que ha tenido la Orden Franciscana en el descubrimiento de América. En Vivero hay también dos obras mías de talla que las conservan como joyas en el convento de las Concepcionistas. En Betanzos hay también dos retablos, pero uno está en el convento de los Franciscanos (estos dos retablos hoy no existen). En fin, tengo muchas obras que desconozco su paradero porque me he cuidado poco de coleccionarlas fotografiándolas, y la razón es que generalmente me pagan poco y no me queda margen para lujos.”

Con ocasión de quererse hacer la obra del actual retablo y púlpito de la Iglesia de Santa María La Mayor de Pontevedra, la Comisión que se formó para seleccionar los proyectos presentados eligió para su ejecución el firmado por el arquitecto diocesano D. José López de Rego. A pesar de las recomendaciones que hubieron para que la ejecución de la obra fuese asignada a artistas madrileños y valencianos, fue encomendada a Magariños al que se le dio plena libertad para que hiciese cuanto él proyectase: “en toda la obra no ha intervenido ningún elemento extraño al taller, es decir todo fue construido y tallado por mis manos y las de mis discípulos. Procuré ser original en toda la parte decorativa y hay grecas simbolizando la flora y la fauna que si se fija uno apreciará su intención simbólica. Lo más interesante, sin duda, del retablo es la parte del primer cuerpo. Está dedicada a la Reina de los Angeles. Fue todo tallado en madera de castaño y nogal. Los cinco relieves del primer cuerpo los han exigido y bien a pesar mío son impresionados en los grabados de Gustavo Doré. Las gradas del altar son de bronce esculpidas y en el friso o base del Expositor esculpí los retratos de los papas. (habla Magariños del Expositor que se encontraba delante del retablo y que impedía ver los paneles con esmerada talla de temas bíblicos, el cual fue suprimido años después de su muerte). El Excmo. Sr. Cardenal y su secretario D. Arturo Montes fueron para mí buenísimos y si no fuera por estos, y por el Sr. Marqués de Riestra, que me defendieron de las majaderías del cura que fue a encargarse de la parroquia cuando yo estaba colocando la obra, la habría abandonado, porque el pobre del cura hablaba por cuenta de uno de esos “cultos en el arte” y terminarla cuando ese pobre cura haya entrado en el infierno como el de marras de Miguel Angel.”

“Yo no se que interés hay en algunos pueblos para que las obras no sean desarrolladas por el pensamiento ingenuo del artista que las crea. No es solamente en Pontevedra en donde he tropezado con esa gente, es en todas partes, y lo malo es que si estoy colocando una obra y aparece un cualquiera que hable el castellano “con acento” y dice una burrada, al día siguiente me manda el párroco o quien sea que haga aquello. Pero también he de confesar que soy intransigente y no obedezco mas que a mi pensamiento, y esto me ha valido, porque si les hago caso, me tendrían que llevar a un manicomio, porque todos son a dar “sentencias”.

“El púlpito lo esculpí y a nadie le enseñé los bocetos ni diseño, lo coloqué y allí se vio por primera vez, y gracias a eso ha salido sin los “remiendos” que a estas horas tendría si llego a enseñarlo antes.”

“En los seis entrepaños tiene, en alto relieve, los torsos de los cuatro Evangelistas. En el frente, Jesús coronado de espinas, y en el rincón las armas de San Pedro como pontífice. La escalera tiene las cuatro profecías de los Mayores. El friso del zócalo simboliza el Amor. El artesonado del púlpito tiene su baquetón con la Creación del Hombre muy discretamente compuesto, y las figuras de la Humanidad son las que sostienen el púlpito. El tornavoz es una corona majestuosa.”

“El conjunto de la obra pesó cuando la mandé trece toneladas y me dieron por la obra treinta mil pesetas. Perdí quince mil reales que no he vuelto a reponer. Cuando me pagaron lamentaron que me metiese en tanto trabajo pues ellos se contentarían con la mitad. En fin, que con estos chicos tuve que esculpir este retablo y púlpito en menos de dos años y además otra obra quizá tan importante como esta en Santa Eugenia de Ribeira y sostener al mismo tiempo la clientela de los santos baratos que es lo que da para ir viviendo, pues estas obras dan disgustos y perdidas.”

Completa la obra realizada por Magariños para la Iglesia de Santa María La Mayor de Pontevedra la ejecución de los catorce cuadros con bajo relieves del Vía Crucis de dicha iglesia.

Corría el año 1914 y Magariños se sentía pletórico de posibilidades y el alcance de estas como artista se refleja en las palabras que le envía a su esposa desde Madrid.

“Hoy estuve modelando en casa de Paramés (Don Antonio Paramés, abogado y amigo de la familia) y corrió la voz y han venido a verme y están entusiasmados viéndome mover el barro. He visitado los museos y en efecto, yo creo que soy capaz de producir algo mejor de lo que hay contemporáneo.”

En 1916, su sobrino Máximo Leyes le escribe desde Buenos Aires pidiéndole que le mande fotografías de sus obras ya que él es también escultor y ha visto una fotografía de la obra que mandara a Buenos Aires, La obra en cuestión era una escultura del Apóstol Santiago que en ese año había mandado Magariños a la Sociedad Española de Santiago Apostol, siéndole encomendada por el vicepresidente de dicha asociación D. Gregorio Carro, el cual tuvo que enfrentarse con los padres del convento que querían traer la imagen de Valencia y él se opuso alegando incluso que dejaría el cargo si la imagen no venía de Santiago.

El órgano de las colectividades gallegas en El Plata, El Heraldo Gallego, de fecha de 13 de junio de 1926 hace referencia al escultor Magariños en un artículo dedicado a su hijo el doctor Maximino Jesús Magariños: “… lleva ejecutado obras notabilísimas que han merecido justos elogios tanto en España como en el exterior, por sus méritos artísticos y por la justeza y seguridad en sus motivos. Una de las principales obras que puede apreciarse fácilmente por estar en esta capital es la imagen del Apostol Santiago que se venera en la Iglesia de Santo Domingo (Defensa y Belgrano) la que es propiedad la Sociedad Española de Santiago Apostol.”

En enero de 1919 el obispo de Orense D. Eustaquio Ilundain Esteban, le confía la obra del altar y retablo para la nueva iglesia de la parroquia de Santiago de Las Caldas, en el barrio de El Puente de Orense, una escultura de Santiago Peregrino y dos imágenes, una Purísima y un San José.

La ejecución de la obra sufrió un pequeño contratiempo cuando los operarios del taller, influidos por el ramo de la construcción reclamaron mejoras salariales y como la obra, hasta entonces construida, iba ya muy justa del precio contratado el maestro no pudo acceder a lo que le exigían y ello dio motivo a que todos dejaran de asistir al trabajo, incluso los aprendices. Por fin, en octubre de ese año puede escribirle al obispo para anunciarle que la obra toca a su término y que para la próxima primavera puede asegurarle que estará colocada: “ con agrado tengo que comunicarle que la obra resulta preciosa, parece que Dios N.S. veló por todo y si su Ilma. deseara cerciorarse por persona perita, bastaría que D. Manuel Amor (encargado por parte del obispo de recibir la obra), que es competentísimo u otro que su Ilma. creyese apto viniese a examinar la obra en su cantidad y perfección.”

En 1921 tuvo lugar en la Catedral de Santiago el incendio que destruyó el retablo de la Capilla de Las Reliquias, obra de Bernardo Cabrera y Gregorio Español. Este desgraciado suceso obligó al Cabildo a convocar concurso para la construcción de un nuevo retablo. Magariños tuvo en principio la idea de concurrir con un proyecto en forma de tríptico con dos grandes puertas en las que se incrustaban los objetos artísticos, pero supo que se movilizaban influencias y desistió. El proyecto aprobado fue el presentado por D. Rafael de la Torre Mirón, hábil dibujante y proyectista que obtuvo el premio asignado al proyecto de setecientas cincuenta pesetas. Para la ejecución de la obra el Cabildo llamó a consulta a Magariños y otros escultores para que dieran presupuesto. Magariños dio un presupuesto que ascendía a la cantidad de cincuenta y tres mil pesetas sobre el proyecto aprobado. A pesar de ser el más ajustado de precio, el Cabildo adjudicó la obra a los Sres. La Torre y Mata en la cantidad de cincuenta y seis mil pesetas, teniendo en cuenta que el señor La Torre era el autor del proyecto premiado. La adjudicación tuvo lugar en diciembre de 1922 y a principios del año siguiente los mismos Sres. La Torre y Mata presentaron un escrito de renuncia de la adjudicación de la obra dejando en libertad al Cabildo para acordar lo que estimase conveniente.

Esta renuncia permitió al Cabildo llamar nuevamente a consulta a Magariños y ofrecerle la ejecución de la obra en la cantidad señalada por los Sres. La Torre y Mata, manifestándole al mismo tiempo que en el caso de que él no quisiera hacerse cargo de la obra gestionarían fuera de Santiago. Esta manifestación tan rotunda y decidida del Cabildo hizo reaccionar a Magariños que sin dudarlo contestó: “bien me haré yo cargo de la obra y que Dios me ayude en defensa de las artes compostelanas.”

Se comenzó la obra del retablo a mediados del mes de marzo de 1923. Tropezó Magariños al principio con conatos de rebeldía por parte de los operarios motivados por habladurías que se propalaron por entonces, pero al cerciorarse de que si la obra no se hacía en Santiago la encargarían en otra ciudad, fue tal el empeño de todos que durante el tiempo que duró su ejecución no hubo ni un solo incidente.

La obra la llevó a cabo Magariños con el entusiasmo de sus discípulos, jóvenes artífices acogidos y aleccionados por el viejo maestro que de esta forma mantenía la tradición de la imaginería compostelana.

El proyecto del señor La Torre, que ya de por si constituía una obra de arte por el notable gusto con el que había proyectado la distribución de los distintos elementos que conformaban la complicada estructura del retablo basaba su parte decorativa en la ornamentación vegetal tan característica del estilo gótico florido dado al retablo. Magariños se atuvo a la misma línea y distribución de huecos del proyecto pero transformó la parte decorativa sustituyéndola por la ornamentación humana con bustos y cabezas y motivos de los acontecimientos más relevantes de la basílica compostelana, que dieron a la obra la impronta propia de un retablo histórico, muy en consonancia con la tradición artística que el maestro Mateo había dejado en la Catedral, representada por el Pórtico de La Gloria que tan cerca se encuentra de la Capilla de las Reliquias.

Aunque el Cabildo dio toda clase de facilidades para la ejecución de la obra las modificaciones introducidas en el proyecto hicieron que sometiese los modelos de detalles a la consideración técnica del arquitecto don Ricardo Velázquez Bosco, quién consideró tales detalles bien ejecutados y en carácter, haciendo la indicación de que la altura dada al retablo en el proyecto de 14’20 metros había que rectificarla para acomodarla a la del lugar al que iba destinado que era de 13’68 y matizando que los elementos ornamentales de la capilla de indiscutible interés en todos los conceptos no debían taparse con la nueva obra, buscando para ello la solución más conveniente, lo que supuso una modificación del proyecto tanto en la planta como en el alzado. Por otra parte Magariños recibió del Cabildo el encargo de proyectar y esculpir las dos puertas laterales del retablo con lo que se completaba y ultimaba la ejecución de la obra.

Una figura decorativa bajo la efigie del obispo Gelmírez sostiene una cartela en la que se lee: “proyector R. La Torre. Director artístico y escultor M. Magariños”. Y en otra que sirve de apoyo a la figura de Calixto II: “Por los artífices compostelanos discípulos de M.M.”

El Cabildo consideró providencial encontrar en la ciudad un imaginero de talento que como en la edad media labrase una obra de este carácter y el propio arzobispo D. Manuel Lago González cuando visitó la obra ya acabada expresó su entusiasmo al escultor y le renovó su íntima amistad de antiguo.

“Al decir de D. Jesús Precedo Lafuente, hoy deán honorario de la Catedral, en un artículo periodístico titulado, Puertas, Rillotes, Reliquias e Iglesias, hubo más que polémica, un diálogo a través de las páginas del periódico local, El Eco de Santiago, ya que el autor del proyecto se lamentaba de que no se hubiera hecho todo cuanto él había proyectado. La cosa no pasó a mayores, dice Precedo, el cual menciona que el propio director del periódico alabó la obra de Magariños y lo proclamó “el mejor intérprete” que pudo tener el proyecto del Sr. de la Torre.”

D. Manuel Vidal Rodríguez, sacerdote y profesor, en otro artículo publicado en el periódico local El Compostelano titulado, El nuevo retablo de la Capilla de las Reliquias en el día de su inauguración,[5] hace una descripción admirable y muy detallada de toda la parte decorativa del Retablo y emite el siguiente juicio crítico:

“Por este atrevido plan de Retablo histórico y el sorprendente ingenio con que el Sr. Magariños supo realizarlo, por el considerable número de figuras, más de quinientas, que le dan vida y esplendor, por el gusto y delicadeza con que están ejecutados todos los motivos ornamentales, por la variedad y fuerza expresiva de los semblantes, y la unción de algunos, que parecen esculpidos por un místico, por la acertada síntesis de la historia de Santiago y aun de la historia de España, puede este retablo considerarse como un complemento de Pórtico de La Gloria, que hace honor a las glorias tradicionales del arte compostelano. (…) Esto no quiere decir, ni mucho menos, que la obra del Sr. Magariños carezca de defectos, de los cuales no están exentas las obras maestras.”

El artista y excelente dibujante, Camilo Díaz Baliño en otro artículo periodístico fechado en abril de 1924 y titulado El altar de las Reliquias y el maestro Magariños[6], pone en boca de Magariños las siguientes frases que evidencian la grandeza de espíritu de este artista que reconoce la importancia de la obra realizada y la ayuda recibida.

“Llevamos casi un año trabajando[7] en él, días hubo en que estuve cerca de 16 horas casi sin parar, fue una labor como puedes ver inmensa. Aquí no hay “díxome díxome”, los detalles de arriba están hechos con el mismo cariño que los de abajo, a mi me gusta terminar las cosas así, creo que es más honrado, y así lo hacían los antiguos. No me salí del proyecto, como puedes ver, son las mismas líneas y es la misma disposición; lo que me pasó fue... lo que tenia que pasar. Esto está a pocos pasos de ese portento del Pórtico de La Gloria y yo tenía que seguir al Maestro…

Muchas personas eruditas me ayudaron con sus consejos y con su saber, entre ellos los capitulares Sres. Capón y Amor Ruibal, el R.P. Nilo Varela y el profesor del Seminario Sr. Anilo, cuyas indicaciones no pude seguir todo lo que yo quisiera con toda exactitud por no alterar los limitados lugares del proyecto...

Por último en estas referencias a los artículos periodísticos publicados con motivo de la inauguración del nuevo retablo de la Capilla de Las Reliquias, sería imperdonable no mencionar, aunque sea de manera muy extractada, lo dejado escrito por el director de El Eco de Santiago, D. Celestino Sánchez Rivera (Diego de Muros) en su artículo, Nuevo retablo de la Capilla de Las Reliquias[8], incorporado a su obra Notas Compostelanas[9].

“(...) el perfume que exhala la madera bíblica en que está tallado, el cedro, perfume no sensual, sino suave y casto, que satura el ambiente cercano a la Capilla, predispone al creyente a favor de lo que va a ver. Abrimos la puerta, elevamos la vista y una impresión de majestad y grandeza se apodera de nuestra alma, y nuestros ojos se deslumbran ante el esplendor de una obra cuya grandeza abarcamos de una sola mirada en todo su conjunto.”

En esta misma obra Diego de Muros ofrece el dato curioso de que hasta que se terminó el retablo de la Capilla de Las Reliquias no había más que un retrato de Gelmirez en el salón de retratos del palacio arzobispal y hoy puede admirarse una hermosa y delicada escultura de la faz del ilustre prelado en el citado retablo.

A las cuatro de la tarde del 30 de abril de 1924 tuvo lugar la bendición de la Capilla de Las Reliquias, quedando abierta al público que pudo contemplar por primera vez el nuevo retablo.

Pero Magariños como escultor no solo trabajó la madera, son varias las obras de escultura en piedra de granito y en mármol de las que hay referencia: un altorrelieve en mármol representando a Santa Rosa de Lima rodeada por tres angelotes que por tradición oral de la familia se sabe que se envió a Suramérica y de la que la familia conserva una reproducción fotográfica. Dos esculturas de imágenes en piedra para la parroquia de Siete Coros (Caldas de Reyes) consistentes en un Sagrado Corazón y una Virgen Inmaculada que los lugareños llaman de Lourdes. Una imagen de La Peregrina en piedra que ocupaba la hornacina superior de la fachada de la parroquia de La Peregrina cerca de Santiago de Compostela, hoy desaparecida del lugar y de la que la familia conserva un testimonio fotográfico. Un crucero sobre columna octogonal rematado con las imágenes de Cristo crucificado y la Virgen María en el atrio de la parroquial de Senande (Lugo).[10] y la más conocida de todas, en granito labrado, la escultura yacente que cubre el sepulcro de D. Pedro Froilaz, Conde de Traba, realizada en 1926 que se encuentra en la capilla de Las Reliquias de la catedral de Santiago. Sobre esta pieza escultórica del arte de Magariños hay que destacar lo que representa para él la característica más relevante de su arte, la forma en que trata el rostro del personaje que representa. En todas las obras escultóricas siempre destaca la fuerza expresiva de los semblantes, y en esta del ayo de Alfonso VII, Conde de Traba, el rostro es expresión viva de la potente y enérgica vitalidad del Conde que, sin duda, fue objeto de estudio por parte del escultor.

Su admiración por la escultura funeraria encontró eco al visitar el cementerio moderno de Barcelona, con ocasión de uno de los viajes que hizo a la Ciudad Condal: “La escultura funeraria ha dado en todas las épocas históricas notabilísimos monumentos y es de admirar que en la época actual, en las poblaciones más civilizadas se encuentren soberbias esculturas y mausoleos. Arquitectos, escultores, fundidores cerrajeros y vidrieros han formado una élite de artistas que para las generaciones venideras no será menos digna de admiración que la que corresponda a los maestros del sigo XV y primer tercio del XVI. ¿Qué sería de estos artistas si el modernismo en su acción excluyente acabara con la escultura funeraria? ¿Qué debemos pensar de los pueblos y gentes que bajo unas paladas de tierra abandonan a sus muertos? Todas estas alusiones van encaminadas a averiguar el porqué en nuestra población se nos tiene en cuestión de necrópolis abandonados a la categoría del más mínimo pueblo rural. Y si es cierto el dicho de que la ilustración de los pueblos está representado por las necrópolis, medrados estamos los santiagueses con el concepto que de nosotros puedan hacer los millares de peregrinos y turistas que nos visitan.”

Gran conocedor de la imaginería compostelana fue perseverante en mantener la tradición autóctona formando escuela cuyos discípulos honran a Galicia. En la estatuaria religiosa se muestra como un verdadero místico, tal vez como se ha dicho de él, el más místico de los escultores contemporáneos compostelanos. Las figuras de sus vírgenes y santos son de sorprendente naturalismo y llenas de unción. Los retablos que tiene esculpidos, más de ciento ochenta según nos dice en sus notas, son obras artísticas que muestran de modo significativo la armonía en la composición y el sentido del relieve, siendo reconocido como el más característico y fecundo de los retablistas gallegos de finales del siglo XIX y principios del XX.

Los estudiosos del arte gallego lo catalogan como un escultor autodidacta y ecléctico que forma parte de la última gran escuela de imaginería gallega y uno de los maestros contemporáneos de las tallas en madera.

Muchas fueron las tablas escultóricas, estatuas y retablos salidos de su taller, no todas las obras estaban firmadas por él, pero en todas ellas dejaba en últimas el toque de su maestría. Es por ello que siendo muy fecunda su producción artística a veces hay que buscarle no solo en la labor de conjunto de la obra, sino también, en la singularidad del detalle. Junto a obras de auténtica inspiración no falta la existencia de obras menores y corrientes que él llama “imaginería de batalla”, realizadas por la perentoria necesidad de atender al sustento de cada día.


III. Sus viajes.

Muy afectado por la invasión de imágenes de pasta que procedentes de Cataluña tanto perjudicaban a los escultores santiagueses, decidió con apenas diecinueve años, realizar un viaje a Barcelona y a la provincia de Gerona con el propósito de conocer los talleres donde se producían tales imágenes y los procedimientos que utilizaban, viéndose sorprendido al comprobar que aquellos grandes fabricantes que se anunciaban tan pomposamente, trabajaban en modestas tiendas que no se correspondían con la publicidad que se les hacía. Esto le indujo, con mayor vehemencia a perseverar en su propósito de regenerar las industrias artísticas compostelanas y a tomar conciencia de que le era necesario ampliar el campo de sus conocimientos mediante la visita directa de otros centros artísticos fuera del ámbito de su ciudad natal.

La oportunidad se la brindó años más tarde la Exposición Nacional de 1897 que se iba a celebrar en Madrid. Aprovechar este evento para visitar lugares tan señaladamente artísticos como Astorga, León, Burgos o Toledo le permitió, sin duda, trazar el programa definitivo de su vida artística.

“Llegué a Astorga y mi primera visita fue para el Retablo Mayor de la Catedral, y el tiempo todo que estuve contemplándolo no me cansé de estudiar cuantos detalles pude apreciar de tan hermosa obra escultórica, honra de la imaginería española y de la escuela vallisoletana. Me confundía el policromo de la obra y quise no seguir más adelante por temor a confundirme y aburrirme viendo lo pequeño que yo era.”

“El día 4 de mayo de 1897 llegué a León atraído por la fama de sus maravillas artísticas. No tenía noticias más que de su Catedral, un alarde de arquitectura, y de que existían ejemplares del plateresco muy interesantes. Me sorprendió la hermosa restauración de la Catedral, que tocaba a su término. Entré por una puerta del lado norte y me encontré en medio de un patio en donde vi un hermosísimo retablo labrado en piedra amarilla y que aunque plateresco afiligranado, tomé nota de su disposición por ser raro y poco explicativo. Una hornacina al lado del Evangelio con su riquísima cúpula que señalaba todos los caracteres de una custodia de Arfe. Los seis hornacinas restantes no llaman mi atención, sin duda, por carecer de proporción. La Coronación es una crestería compuesta por seis niños formando el eje de las columnas, en medio de tres jarrones guarnecidos cada uno con sus grandes peces fantásticos, carácter típico del plateresco y sobre estos un toisón sobre el que aparece un escudo episcopal con cuatro cuarteles con dos leonas y dos espadas en punta, encontrados. A la derecha, un sepulcro yacente con dos archivoltas que a mi juicio es traza del siglo XIV. Otros varios detalles hallé a mi paso pero me ha distraído la pesadez de las nervaduras con sus colgantes llenos de medallones y sus ornamentadas arcaturas con diversas formas de floras, llamando mi atención la representada en forma de flor de Lis. En fin, un alarde de detalles escultóricos sin duda abusando de la bondad del material, y como no se trataba de arte español y si de marcada influencia francesa no quise demorarme más tiempo, por no estar en mi programa, y salí fijándome en la puerta de madera tan conocida en revistas que no me impresionó, ni vi en ella artísticamente nada. Visité San Marcos y encontré algo del tesoro que buscaba. Tres días estuve contemplándolo desde la mañana hasta la noche y cuando me despedí dije, hasta luego.”

“Pasé por Palencia y no quise detenerme. Llegué a Burgos y estuve nueve días y estaría hasta hoy si no se me acabaran los cuartos.”

“En Madrid visité el Museo del Prado y todos sus alrededores, pero como me molestaba la gente, me fui a Toledo y descansé porque también encontré allí lo que buscaba. De regreso a Madrid para asistir a la inauguración de la exposición, me indicaron que Querol había preguntado por el autor de mi cabeza de estudio. Yo no quise darme a conocer en la exposición por temor a ser blanco de aquellos guasones y visité a Querol privadamente y le di las gracias por colocar mi obrita al lado de la Tradición. Nos hicimos amigos.”

No es extraño pensar que en su primera comparecencia junto a los grandes maestros ya consolidados que concurrían a la exposición se sintiese cohibido y no quisiera darse a conocer. Reconoció en las obras expuestas la valía Querol y en el fondo de su corazón sentía que con el tiempo era fácil llegar hasta él, no así con Mariano Benlliure.

“El primero se hizo, pero Benlliure ha nacido y es imposible acercarse a él porque siempre tiene frases nuevas en todas sus obras. Mientras Querol siempre es el mismo.”

“Sin saber que hacer, me aburría y empecé por no comer y a cansarme, y mis deseos eran estar solo para cantar alguna canción gallega. Por fin a las diez de la mañana dije que no estaba un día más en Madrid, y creo he comido algo pero a la una ya estaba en la Estación del Norte y allí esperé hasta las siete de la tarde que salí para Galicia. A la mañana siguiente desperté con una hambre y una salud a toda prueba.”

“Cuando llegué a mi taller me fije que lo único que tenía vida y sabor eran algunos bocetos míos, que traía el propósito de romper, Estuve cerca de dos meses bajo la impresión de mi viaje. Recordaba con frecuencia la obra de Becerra en Astorga, la sillería de San Marcos y la de la Catedral de Toledo, de Berruguete.

“A partir de entonces no pensé más que en introducir las tablas talladas en nogal, pero las que esculpía pasaban desapercibidas y si hacía alguna obra trataba siempre de meter alguna. Confieso que el primer trabajo que se me encomendó en este género fue el Vía Crucis de San Martín[11], y fue con tanta precipitación que lo hice en noventa días y en tres meses no se puede uno hacer cargo de lo que sale.”

Con motivo de las oposiciones que realizó en las academias de San Carlos y de San Fernando de Madrid en los años de 1914 y 1917 sus viajes a la capital fueron frecuentes y sus estancias prolongadas lo que le permitió hacer visitas continuadas a los museos ampliando de esa manera el conocimiento de las obras clásicas y el círculo de sus amistades artísticas. Los estudios que hubo de realizar para preparar dichas oposiciones le sirvieron para aumentar el bagaje de su cultura artística ya de por sí muy amplia en esos años debido a su afición por coleccionar libros de arte, grabados e ilustraciones que guardaba en su taller.

Por sus continuos viajes por toda la región gallega era un conocedor profundo de la imaginería existente en la misma. En cierta ocasión Don Cándido Cid Rodríguez, procurador eclesiástico en Orense, le solicita su juicio crítico sobre el retablo de la Quinta Angustia de la catedral de Orense: “he procurado echar una ojeada al retablo a fin de juzgar con algún detenimiento la parte documental a que apela Martínez Sueiro en su admirable artículo. Ya todos sabemos que la pujanza de la escuela escultórica de Castilla y sobre todo la que se cultivó en Valladolid fue debida al desarrollo que dio Alonso de Berruguete después de su regreso de Italia y que cuando este construía las obra le ayudaban los oficiales de Bigarni, Nájera, Juni y Becerra, así que analizando el retablito de la Quinta Angustia de esa catedral se advierten varias tendencias; el relieve de la hornacina principal puede asegurarse que en su totalidad predominaron los elementos artísticos y manufacturas de Juan de Juni, así como en el resto de los relieves decorativos se ve un eclecticismo poco feliz de Becerra y en las columnas tendencia a emplear los elementos de Berruguete y de ningún modo se advierte nada que podamos atribuírselo a nuestro Moure. Juni proyectaba la arquitectura con elementos clásicos y menos tendencia barroca, así como Becerra era en la figura más toscano y con tendencia al espíritu de Miguel Angel. Y por otra parte como Juni tenía temperamento de hacer prevalecer sus cosas y no recurría a los contemporáneos me inclino a creer que su discípulo Jordán haya proyectado el retablo en su totalidad y procurarse impresionarse en las figuras del Santo Entierro que hoy se conserva en el museo de Valladolid, porque la cara del Salvador es el mismo tipo que Juni esculpió y que si Juni no fue el autor Jordán debió copiarla. En todas estas obras solían intervenir varios artistas que cada uno se encargaba de los suyo, y como Berruguete en sus últimos años estaba bajo la presión de la escuela de Dominico Foncelli, porque así se lo exigieran, y por tanto tenía casi olvidada o abandonada la imaginería, sus oficiales se esparcieron y lo mismo le sucedió a Becerra, siendo por tanto Juni el que más trabajaba en esta clase de retablos.

Si pudiésemos desmontar el retablo de la Quinta Angustia es posible que nos quitase de toda duda y veríamos los nombres de maestros y oficiales que tallaron la pieza, porque solían poner su monograma en cada pieza.

Yo también tenía la creencia que Becerra hubiera sido su autor por conocer bajo relieves muy semejantes, pero hoy afirmo la creencia que el relieve central es de Juni o que de Juni se copió en su tiempo.”


IV. Los talleres compostelanos.

“Causa admiración ver por toda la ciudad compostelana un sin número de artistas ingeniosos que trabajan la piedra, los metales y la madera tan admirablemente que se cree uno ver la emulación del maestro Mateo, los discípulos de Arfe y los competidores de Berruguete.”

Este comentario del escultor Magariños corresponde al Santiago de finales del siglo XIX y principios de XX, los años en que desarrolla toda su actividad artística y en los que se enfrenta con los nuevos problemas que plantea la incipiente Revolución Industrial, la desaparición del sistema gremial y la formación de las asociaciones patronales y sindicatos, que de alguna manera coartaban la libertad de que gozaban los artífices en sus talleres.

En dicha ciudad, y desde tiempo inmemorial existió un espíritu escultórico propiamente dicho y las producciones labradas en granito, mármol, bronces, hierros y maderas son fiel testimonio de este espíritu que hasta nuestros días se viene produciendo.

Afortunadamente los pueblos que como Santiago supieron mantener el espíritu de las artes heredadas de sus antepasados nos han permitido apreciar el sacrificio de humildes artífices que las han cultivado sin protección de nadie y con el solo propósito de hacerlas conocer por el mundo culto y como legítima manifestación de su actividad creadora.

Seguramente que en el periodo de transición de un siglo a otro que le tocó vivir a Magariños, Santiago era uno de esos pueblos de España donde se mantenían en pujante desarrollo talleres que continuaban produciendo las mismas obras de arte con el sello típico que las distingue, pudiéndose asegurar que en Santiago se tallaba la madera con la misma perfección con que lo hicieron los escultores de la escuela fundada en Castilla.

Los imagineros de aquella época eran artistas hijos de Santiago o por lo menos allí se formaron y allí tuvieron sus talleres: Manuel Corgo Hermida, Isidoro Brocos, Volaselle, Bernardino López, Juan Sanmartín de la Serna, Manuel Magariños, J. Landeira, Agustín López Mirás, Avelino Cobas, Ezequiel Bueno, Francisco Asorey, Gabriel Abuin, Eduardo García, Luís López (padre), Carballido, Bar, Larrauri y tantos otros que fueron capaces de dejarnos obras que hoy admiramos.

Estos artistas contemporáneos del escultor Magariños estaban establecidos por todo Santiago, en la Rúa Traviesa, en el Franco, en el Carmen, en las Ruedas, en la Puerta de la Peña... Visitar Santiago y no adentrarse en los talleres de los escultores compostelanos era algo incomprensible para Magariños que se sorprendía al ver que los artífices que producen verdaderas joyas para la Iglesia no eran reconocidos más que por aquellas pocas personas que visitaban sus talleres.

“Debieran fijarse un poco los que continuamente nos anuncian artistas consagrados con frases de relumbrón, que ponen en ridículo el verdadero arte a que puede consagrarse Compostela, no documentándose visitando sus talleres, ya que a lo único que podemos aspirar los artistas santiagueses es a la imaginería, haciendo prosperar las manufacturas de las tallas, única llave que nos abrirá las puertas de ese ideal artístico que hizo grande la escuela compostelana medieval.”

“El noyés José Ferreiro, dirigido por su padre político, emprendió una nueva fase de arte en Compostela, y si bien por afinidad fue educado en el neoclasicismo dominante, también es cierto que aquel genio portentoso si hubiera estudiado los clásicos en toda su amplitud, tengo la seguridad de que se habría dado cuenta del amoroso arcaísmo del siglo VII y el esplendor del siglo V y cuando fijase su atención en nuestra escultura medieval hubiese visto con los ojos de la inteligencia, y habría reparado en la necesidad de prescindir de los moldes eclécticos, y ante la obra maestra de Mateo, emprendería la continuación de la Escuela Compostelana, y en estas fechas el pueblo gallego sería rico en industrias productoras de su propio arte.”

“Pero Ferreiro tuvo que emigrar y acogerse en casa de un amigo que le dio hospitalidad en Hermisende, provincia de Zamora, echado del pueblo de sus amores, y sus bienes embargados por deudas contraidas como consecuencia de las pérdidas que le ocasionaban las obras que construyo.”

“Hizo precisamente en estos días un siglo que el gran Ferreiro abandonaba su taller para jamás volver a él. Dieciocho años ha producido después en tierras de Zamora, sin duda lo mejor que de aquella prodigiosa imaginación brotaba y aquellas angelicales manos producían. Aquel ha sido sin dudarlo el golpe más cruel que Compostela recibió, dejando emigrar al capitán de una nave que dejaba sin gobierno, y una tripulación que forzosamente tenía que desorientarse.

“Quedaron los talleres sin dirección y los doradores dueños de toda obra que de arte plástica se construía, y como los doradores desconocían lo fundamental del arte escultórico, y envalentonados solo con el comercio que de su manufactura hacían, llegó el momento que Santiago quedó completamente huérfano del arte de la imaginería.

“A pesar de tan rudo golpe no se exterminó la semilla de los escultores compostelanos, nació Sanmartín de la Serna, nació Corgo Hermida y si el primero ha producido el cenáculo, que es preciada joya escultórica, Corgo fue solicitado a terminar la estatua orante del cardenal Cuesta y con este motivo se inició un renacimiento de las artes compostelanas, adormecidas por algunos años.”

Este adormecimiento fue aprovechado por la industria catalana que invadió Galicia con una imaginería de argamasa que los comerciantes manejaban con el pomposo nombre de imágenes de “cartón piedra” y de “cartón madera” comparándolas a las imágenes de madera que se construían en los talleres compostelanos. En Santiago llegó a estar tan decaida la escultura religiosa por efecto de dicha invasión que los artistas locales se vieron obligados a emigrar y algunos murieron en un hospital de caridad por efecto del hambre. El sueldo era de ocho o diez reales y los que disfrutaban de este jornal eran verdaderos genios como artistas.

“Los artistas gallegos se veían pospuestos ante la invasión de casas extrañas y por su naturaleza humilde, callaban. Hay más, proponen a los artistas gallegos que estudien y proyecten una obra, le dan plazo apremiante, presentan sus proyectos que son aprobados, pero surgen dificultades, y cuando el artista gallego cree que su proyecto está en tramitación, aparece hecha la obra que en las tinieblas de la noche, fue encargada a una casa extraña y ni le dan satisfacción al artista gallego que proyectó y este se entera ya cuando la obra está colocada.”

“Podrían citarse muchos casos pero me remito a preguntar, por ejemplo, en las imágenes y retablos en donde tanta fama alcanzó Galicia con su arte, ¿existe alguna obra de las que han hecho traer de Barcelona y Valencia que sea superior a las que se construyen en Santiago? Cítese un solo caso y seguramente cuantos han tenido la vileza de despreciar a los artistas gallegos bajarán la vista avergonzados.”

“Al preguntar en una ocasión a una respetabilísima autoridad, que defecto veían en nuestras industrias me contestó que le habían informado que el castaño se agrietaba y que la caoba se apolillaba, caso extraño que me hizo soltar una carcajada que fue suficiente para hacerse cargo de lo ridículo de tal argumento.

“Santiago de Galicia o como generalmente se la conoce por Compostela, tuvo en la edad media una escuela de imaginería tan hermosa que los ejemplares que de aquella se conservan dan prueba de no haber sido superada por ningún otro pueblo. Los marfiles, las tablas, las imágenes de piedra y las construidas en madera de castaño y nogal las vemos hoy intactas y veneradas con gran devoción de los pueblos de épocas posteriores y las construidas en las mismas materias se conservan intactas y cuando alguna necesita restauración se ve que la madera está sana como si se acabase de construir y esto da prueba de que los imagineros que esculpían las imágenes que habían de ser veneradas por los pueblos tenían grandísimo empeño en que estas fuesen eternas.

“Seguramente nadie ha visto una escultura de castaño o de nogal apolillada ni podrida y menos desecha, a no ser que la madera estuviera enferma o enterrada en lugar fangoso.”

Pensando en la invasión de las imágenes catalanas que tanto daño hacían a los talleres de escultores y viendo a sus maestros tan abatidos, concibió la idea de ponerle frontera a tal invasión y reorganizar los talleres de escultura dándole la estructura de verdaderas industrias artísticas. Los que oían hablar a Maximino Magariños lo consideraban desequilibrado, porque sus proyectos se consideraban irrealizables. Lo cierto es que fueron muchos los testigos que vieron como el programa que se había trazado aquel joven de apenas 19 años, lo iba realizando con el paso de los años, sin faltar un detalle.

“No me cansaré mientras tenga en mi cuerpo un momento de vida de repetir lo que llevo dicho, obrado y propagado desde mi tierna juventud sobre la necesidad de renacer las industrias artísticas. Los que en silencio hemos andado bohemiamente visitando museos, catedrales, palacios y talleres con el ansia de escudriñar los procedimientos que los artistas y manufactureros empleaban para la realización de sus obras de arte, hemos de confesar que ni una sola vez tuvimos ocasión de ver un escrito que demostrase en la práctica la conveniencia de que tales industrias fuesen del dominio popular.”

Con este pensamiento que le embargó desde su juventud, se dedicó en cuerpo y alma al estudio de las artes industriales, a modelar, al estudio de la decoración de la estatuaria tomando notas de las obras maestras que pudo contemplar en las catedrales de Astorga, León Burgos y Toledo. Se hizo pintor y policromista de sus obras,

“Siempre recordaré las vicisitudes que mi padre pasaba a causa de que mi padre no sabía pintar y tenía que depender de esos embadurnadores ambiciosos que embargaban los talleres de los escultores por deudas imaginarias, como pude comprobar cuando en 1881 le embargaron el taller a mi maestro Corgo, y prometí acabar con esa raza, pintando yo y enseñando a pintar a otros escultores”

Emprendió el estudio de las tallas, admiró a Berruguete, Mena y Alonso cano y se concentró en su pueblo, dándole a las imágenes que producía en sus tallas un carácter propio y una unción tan grande que sus colegas no han podido imitar.

Tras una lucha de años para regenerar las industrias artísticas en Santiago, en 1900 pudo trasladar su modesto taller en el Franco 16, a la Puerta de La Peña 8, el antiguo horno de San Martín, un local amplio que le permitía estructurar el taller como lo había proyectado desde su juventud, como una verdadera industria dedicada a las artes decorativas.

“Hubo un tiempo que vi mi taller muy amenazado porque el comercio buscaba por todos los medios acabar con el taller, hasta el extremo que encargaban obras a artistas que ni dibujaban ni habían esculpido jamás, pero doraban y embadurnaban y sobre todo trabajaban en las tabernas sacándome el personal y tratando con ello de desorganizar el taller. Tuve que recurrir al Sr. Obispo de Orense para indicarle que si lograban estas gentes acabar con mi taller, Galicia quedaría otra vez huérfana en la imaginería. Me hizo llamar el Sr. Obispo de Orense y me encomendó el retablo de Santiago de las Caldas, trabajo que estas gentes vieron con tanto disgusto que consiguieron tener cerca de un año el taller sin dejar de trabajar a los obreros, pero con aprendices me fui arreglando y conseguí reanudar los trabajos.”

La industria desarrollada por Magariños llegó a contar con talleres de escultura, carpintería, herrería, repujado de cueros, sala de máquinas, almacén de maderas, sala de embalaje de obras y salón de exposición, además de un gran almacén de herramientas, pinturas, barnices y todo tipo de materiales necesarios para la ejecución de las obras. Las maderas de cedro y roble bueno le venían de América y desembarcaban por el puerto de Vigo o de Carril, que por entonces tenía tanto o más movimiento que el de Vigo. Las gubias de excelente calidad las pedía a Liberpool. Utilizaba frecuentemente en sus obras la caoba procedente de Cuba, así como el nogal y el castaño, sobretodo el castaño negro al que llamaba la caoba de Galicia por su resistencia a la humedad.

Con motivo de recibir la visita de un grupo de industriales dedicados a la manufactura de muebles, labra de piedra y fundidores de hierro, tuvo ocasión de mostrarles el taller.

“Como pueden apreciar en este apartado de escultura estos son catorce altorrelieves que representan los pasos de un Vía Crucis. No tienen otro mérito que ser tallados en nogal como lo hacían los antiguos imagineros Moure y Solís. Este otro taller es un apartado dedicado a la decoración, policromo y dorado de objetos. Fíjense en las ropas de esta figura, esto se llama restañado, el procedimiento que se ha seguido en ella no es más que el aprendizaje de lo que se hacía en el siglo XVI por los imagineros de Valladolid Gaspar de Hoyos y Gaspar de Palencia. Esta otra figura que parece mojada la madera es porque tiene un baño de cola, y esta otra ya está preparada para dorar. Fíjense que tiene un baño general de cola rebajada con agua y esta parte roja es la que se desea dorar. Esto se llama bol o tierra arcillosa de Asturias (Llanes), una vez molida, decantada y preparada se aplica como aparejo en el arte de dorar. Esto que ven es el barro arcilloso ordinario que empleamos en esta sección de modelado. Este es el terrón según sale de la mina, se pisa y se grama con agua fría hasta que adquiere esta liga y no se adhiere a las manos. Este otro está preparado por una receta que fui estudiando prácticamente. No se seca y se conserva fresco sin humedecer el tiempo que se quiera. Aconsejo a mis alumnos que el barro esté en un punto de elasticidad que al moverlo en las manos no se le pegue demasiado ni que esté demasiado duro a fin de que le permita con toda rapidez posible colocar las líneas generales que le de al modelo y sin temor ha de manejar el barro con los dedos, sin recurrir a más instrumentos que los propios dedos. Digo esto porque hay quien aconseja que el barro debe ir colocándose en pequeñitas porciones con auxilio del palillo y a esto no debe sujetarse el alumno en sus primeras prácticas. Aquí tenemos cera de la que utilizan los plateros para modelar. En Santiago no hay plateros que generalmente modelen y esto acontece porque en las Escuelas de Modelado y Vaciado se modela regularmente con barro ordinario y no se ocupan de advertir la necesidad que tiene el platero repujador o fundidor de practicar con cera.”

Podríamos añadir a la descripción del maestro el paso por el taller de carpintería donde los alumnos de la Escuela de Artes y Oficios solían practicar en el taller de Magariños como aprendices y como el maestro con dolor y disgusto notaba que aquellos mozalbetes carecían en su mayoría de los conocimientos elementales de las líneas geométricas tan básicos para el desarrollo de su profesión de carpinteros y ebanistas. Seguiríamos por el taller de forja y cerrajería y terminaríamos en la sala de exposición de obras acabadas donde Magariños nos volvería a tomar de la mano para mostrarnos un retablo románico: “Este retablo románico lo tracé primeramente en un cartón o papel cuero, después lo abocetó un discípulo y por último lo detallé en los relieves, tomando algún recurso como el de aislar lo menos posible los detalles, sin tanto claroscuro real, como pueden observar en estas otras imágenes aisladas.”

Magariños recorre un largo camino en persecución de soluciones a los diversos problemas técnicos que se le presentaban en su quehacer diario y como artista autodidacta busca en su época como resolver los efectos contraproducentes del dorado sobre la obra escultórica a la que se aplica, y busca fórmulas que dieran a sus producciones una mayor viveza y perdurabilidad.

En sus notas dejó fórmulas para la fabricación de colas y para la aplicación de los dorados y a diferencia de otros artistas quiso que aquellas fuesen conocidas y ejecutadas por sus discípulos. Todo su afán era hacer conocibles por todos las fórmulas tenidas por secretas por otros.

“Diariamente tropieza el escultor estatuario o el adornista decorativo con las dificultades de no poder completar el policromo y decoración de sus producciones por el desconocimiento de las prácticas del arte de dorar.”

“En 1897 me sorprendió ver en el retablo de la Catedral de Astorga que Berruguete había esculpido, como en aquellas esculturas anduvo otra mano que no supo conservar la expresión que su autor le dejaría impresa seguramente. Al fijarme en las pilastras del primer cuerpo tropecé con una maravillosa pintura decorativa sobre dorado que se semejaba a una porcelana. Con todo cuidado traté de examinar cómo fuera ejecutado el dorado pero no conseguí mi objetivo. Procuré ensayar distintas fórmulas pero cual sería mi sorpresa que el dorador se negaba a darme facilidades. Comprendí entonces que muchos de los que cultivaban la pintura decorativa desconocían el procedimiento elemental de dorar o bruñir. Mi espíritu investigador creció y logré, al fin, en la práctica, simplificar el trabajo hasta el extremo que en poco más de cuatro horas se podía entregar un objeto dorado y bruñido sin que la huella y los detalles escultóricos padezcan absolutamente nada.”

“Generalmente estas manufacturas solo la practica un reducido número de especialistas que conservan los procedimientos como secretos que suelen llevarlo consigo al estilo de Palissy[12], que considerándolos propios no quieren que nadie se beneficie de lo que tan caro les costó y, sin duda, a esto se debe que el arte del dorado haya progresado tan poco y se considere como un secreto lo que hacían los doradores de la Escuela Castellana, en ejemplos tan notorios como los sitiales dorados de la sillería de Noguera, en el Museo de Valladolid, y en el retablo de Hoyos de Coso, en la Catedral de Astorga.”

“Confieso que aquello está maravillosamente ejecutado en la técnica de procedimiento, pero seguramente Noguera y Becerra serían los primeros en ver con disgusto como aquellos artífices doradores mutilaban las expresiones y detalles escultóricos que ellos habían tallado con amor y que el dorador a fuerza de pulimentar los aparejos dejó escondido lo que ellos habían creado como obra escultórica visible.”

“Por estas y muchas otras razones que se comprenden me propuse practicar todas las operaciones relacionadas con las artes plásticas, y creo haber resuelto cuantos secretos en ella se mantienen celosamente y no cesaré de divulgarlos a quienes lo deseen practicar, con el único fin de que los apliquen a sus producciones e industrias artísticas.”

En cierta ocasión escribe en El Diario de Galicia[13]: “Si un día, sondeando el espíritu de los habitantes de Santiago, aventurásemos esta pregunta: ¿Deben fomentarse y protegerse las industrias artísticas, para formar un centro de producción en nuestra ciudad? Seguramente que todos sus moradores, en plebiscito espontáneo y unánime contestarían: “Es de absoluta necesidad.”


V. Las enseñanzas artísticas.

“No han podido hacerme mayor honor los que han pretendido criticarme que llamarme – un pobre maestro de escuela -. Como escultor dedicado con preferencia a las artes decorativas, he educado en mi taller a numerosos obreros, en una región que a pesar de que las industrias artísticas no están protegidas, demuestra sentir gran amor y condiciones excepcionales por las artes plásticas. El arte es al fin el más puro espejo de la vida de los pueblos.”

Este sentimiento de amor hacia las artes del pueblo gallego y de las excepcionales condiciones de sus gentes para desarrollar las artes plásticas se hace patente en Magariños al decirnos,

“ En cada muchacho de Compostela contienese un escultor imaginero”.

Cuando Magariños no contaba más que 24 años se presentó a las oposiciones para la ayudantía numeraria de la Escuela Provincial de Bellas Artes de A Coruña. Se había preparado concienzudamente en todo lo relativo a los clásicos y de cómo las escuelas griegas fueron dando vida a sus producciones, pero nada de esto se trató en los exámenes. Algunas preguntas de historia natural, botánica, la flora y la fauna. De nada le sirvió cuanto de arte había estudiado por lo que se volvió a Santiago decepcionado y se extrañó mucho cuando le dijeron que el jurado calificador le había aprobado los ejercicios.

Años más tarde en 1914 su interés por la Escuela de Artes y Oficios de Santiago le llevó a presentarse a las oposiciones que se iban a celebrar en las academias de San Carlos y de San Fernando de Madrid, para cubrir las plazas de profesor de composición decorativa (escultura) de la Escuela de Artes y Oficios de Santiago, y de modelado y vaciado de las de Mallorca y Sevilla. Todo su interés y toda su ilusión se centraba en la plaza de Santiago. No consiguió esta y por no salir de su pueblo no continuó con los ejercicios para la de Mallorca y renunció a la plaza de Sevilla que ya la tenía ganada.

En 1917 reincidió en su intento de opositar a las plazas de profesor de término de las Escuelas de Artes y Oficios de Barcelona y de La Coruña, pero tampoco en estas intentonas consiguió su propósito de convertirse en profesor.

“No pretendo ser profesor para buscar un medio de vida, porque bien notorio es que cuento con medios suficientes en mi taller para desarrollar la industria que fundé y reorganicé en un pueblo en que habían desaparecido las industrias artísticas que se relacionan con la escultura decorativa. Pretendo entrar en el profesorado para dirigir a los obreros y ayudarles en su enseñanza práctica, y ante todo hacerles comprender su misión; al orfebre lo abultado de su materia, al tallista su altísima misión de los relieves, a los ceramistas la ocasión de su prodigiosa extensión.”

“Quiero suponer que en las escuelas de artes y oficios y en las enseñanzas artísticas que en estas se dan, existe el propósito de que las prácticas que reciban los obreros tengan esencialmente una base fundamental, cual es introducir al alumno en los estudios clásicos, que es la cimentación para que el alumno sea un perfecto hombre culto y que sus producciones futuras vayan revestidas del ambiente que las artes reclaman para su estética. No es mi propósito que se encamine al alumno hacia el estudio de las Bellas Artes propiamente dichas, si bien es cierto que la composición decorativa escultórica, en principio, es esencialmente arte grande. Pero si los genios artísticos de nuestra patria dan honra a España, los obreros industriales dan riqueza y por eso creo que hoy estamos más necesitados de perfeccionar artífices industriales que de soñar en crear artistas, porque estos se desarrollan con poco cultivo mientras que aquellos hay que aleccionarlos y vigorizarlos asiduamente.”

Conocía perfectamente la urgente necesidad que tenía Galicia de completar la organización de las artes industriales con el fin de cultivarlas en tantos y tantos jóvenes que ansiosos desde muy niños por ingresar en los talleres de los artífices, después no veían complementada su formación con las enseñanzas que recibían en las escuelas de artes y oficios.

Por las muchas razones que la experiencia le había enseñado en los años que llevaba al lado de artífices que habían pasado por sus talleres, consideraba prudente hacer ver la conveniencia de que en dichas escuelas se impulsaran aquellas industrias que derivadas de la composición decorativa, atravesaban por entonces una vida harto limitada, como eran la verjería, vidriería y cerámica.

“Santiago cuenta con un buen contingente de jóvenes dedicados a las artes industriales que dan carácter típico a la ciudad del Apóstol, la por antonomasia llamada – Atenas de Galicia -. Bien conocida, en verdad es la industria que en el seno del país galaico y en todos los tiempos, labró la piedra, la orfebrería y tallas en madera, pero esa escuela genuinamente gallega o si se quiere compostelana, acusa hoy marcada decadencia debido, sin duda, a cierto desamparo en que se tiene a las escuelas de artes y oficios. Y si muchos de los alumnos que a ellas fluyen llegan pronto a abandonarlas, creo que ello obedece principalmente a la limitación de las enseñanzas que en ellas se imparten, siendo sensible observar que la mayoría de nuestros orfebres y herreros no conocen el manejo del barro para hacer sus composiciones y desarrollarlas con la precisión que demandan sus especiales industrias artísticas. Y es de lamentar que los artífices herreros no sigan las huellas de la desaparecida y famosa escuela de repujado de hierros y metales que un tiempo floreció en la antigua capital de Galicia.”

“Hoy se precisa vulgarizar los secretos de las industrias artísticas, que así pueden llamarse aquellas operaciones que sin saber el porqué han desaparecido de entre los artífices contemporáneos de Compostela. Me refiero a la industria de los verjeros Guillén y Auñido y a la de los fundidores a la cera perdida que prodigaron en todos los tiempos los orfebres gallegos y que abrigo la esperanza de hacerlas renacer.”

“En la mayor parte de las localidades en donde existen escuelas de artes y oficios no se conoce hoy en día ni tan siquiera rudimentariamente el arte cerámico, siendo esto una desgracia para los jóvenes que a las artes plásticas se dedican, al no poder desarrollar sus pensamientos ni cultivar sus condiciones artísticas.”

“España es sin duda alguna el país que mejores tierras posee, pudiendo producir cerámica en todas las villas y pueblos. Soy gallego de nacimiento, pero si hubiera nacido en otra región y estudiase, como lo hice, en el litoral de Galicia, me haría amante de este pueblo que la naturaleza ha colmado de todas las regalías, sobre todo de las tierras cerámicas que en todos los rincones se encuentran y a pesar de ver que estas son utilizadas en distintas otras regiones en gran escala y que en esta bendita tierra han existido fabricaciones que están catalogadas como cerámicas universales, no cuenta hoy Galicia con una educación como su importancia la exige.”

“No es ciertamente en la loza y objetos domésticos en donde se puede realizar una labor de enseñanza, es, además en las artes decorativas en donde habrá de desarrollarse la industria cerámica. Hoy se imponen las decoraciones cerámicas en las construcciones y revestimientos de edificios y nuestra región está en condiciones de producir cerámicamente motivos decorativos, motivos genuinamente españoles que además de ser un embellecimiento estético, tendría la misión de mostrar a los pueblos la iconografía de personajes, paisajes y costumbres de nuestras regiones.”

“Por otra parte, es una verdadera pereza que en nuestra ciudad no se fomente la industria artística de la vidriería, existiendo en la localidad la casi totalidad de elementos artísticos y manufactureros que se requieren para llevarla a cabo. Los jóvenes dedicados al estudio de las artes y oficios solo necesitarían recibir las enseñanzas relativas a la cochón de los vidrios pintados, único elemento del que carecemos y que a mi entender constituye el secreto de esta industria.”

No cabe duda que el escultor Magariños en los anteriores párrafos se nos muestra como un profundo conocedor de las carencias que en su época tenían las enseñanzas que se impartían en la escuela de Artes y Oficios de Santiago y el daño que ello causaba en tantos jóvenes ansiosos de obtener una mayor y más completa formación que la que podía proporcionarles los talleres en los que desarrollaban sus conocimientos artísticos.

No pudo realizar su sueño de verse convertido en profesor de dicha escuela, pero fundó, con esfuerzos propios, una colonia de artistas y artífices que tenía desarrollada su esfera de producción en toda Galicia. Y, sin duda, serían pocos los que en el dilatado transcurso de su vida activa no hubieran recibido sus prácticas enseñanzas en algún momento.


VI. El mueble escultórico español.

Bien conocido de todos, dentro y fuera de Galicia era el arte de Magariños como escultor imaginero, que fue durante toda su vida el principal campo de su actividad artística, pero nadie podía sospechar que la industria que había creado desde muy joven y con tanto celo y cariño, pudiera un día derivar hacia una industria tan distinta y profana como la del mueble.

Quienes conocieron a Magariños y reconocían su arte en la imaginería quisieron saber cuales fueron las razones que le movieron a derivar su industria hacia la producción del mueble. El lo explica con un razonamiento sumamente realista:

“Durante los casi dos años que estuve entretenido con la obra del Retablo de la capilla de la Reliquias, los comerciantes organizaron talleres con la intención de acabar con mi industria y al terminar la obra de la Capilla quedé sin encargos y sin clientes y no queriendo interrumpirles en la nueva táctica emprendida por ellos, decidí aplicar mis manufacturas artísticas al mueble.”

De tal modo se dedicó a esta modalidad de arte decorativo que en poco más de un año su taller se convertía en una verdadera factoría donde se desarrollaban todas las actividades relacionadas con la manufactura del mueble; la forja del hierro, el repujado de cueros y la labra de la madera como toque de distinción del mueble.

Su pretensión fue la de interpretar el mueble útil y decorativo de la época dentro de las líneas del Renacimiento español alejándose conscientemente de lo que se hacía en otros pueblos y en las industrias del mueble de otras regiones en donde se desarrollaba la tendencia a convertir el mueble en imitaciones adaptándole elementos primitivos como herrajes, cueros y trozos de madera vieja. “Se advierte en el mueble la tendencia a imitar la traza de lo antiguo y esto no hace más que poner de manifiesto la torpeza del artífice y la escasa cultura del poseedor, que envanecido de tener un objeto de arte solo logra colocar su prestigio en ridículo. Yo no imito a nadie y construyo solamente el mueble español de nuestra época.”

En sus manos el mueble se convertía en una obra de arte donde dejaba perpetuados asuntos y episodios españoles estrechamente relacionados con la historia, la literatura y la pintura. Así, episodios relativos al descubrimiento de América, pasajes literarios tomados del Quijote, o las efigies de reconocidos literatos y pintores quedaban esculpidos en sus sillerías historiadas, sus bancos fraileros, sus bargueños, arcones, bastoneros, arquetas y demás muebles que de esta manera mostraban una iconografía educativa en consonancia con la tradicional producción artística del maestro.

La talla se convertía, pues, en la base escultórica de sus muebles que han sido tenidos como joyas preciadas del arte gallego.

Amante siempre de su cuidad, es evidente que el ambiente de la misma influyera en sus creaciones y que motivos tan genuinamente santiagueses como los que se muestran en estampas tomadas de la célebre novela de Alejandro Pérez Lujín La Casa de la Troya, fueran esculpidos en algunos de sus muebles y que la autocrítica que de su arte hace: “Mi arte consiste en hacer patria” fuera compartida por sus contemporáneos que consideraban que propagar la industria desarrollada por Magariños haciéndola conocer dentro y fuera de Galicia era contribuir a hacer patria.

El propio Magariños se recrea en sus producciones y las ejecuta con tanto primor y cariño que a veces no quieren que salgan de España: “ Un arcón que tenía para New Orleans, y que por tener otro igual próximo a terminar, lo dispongo a sustituirlo, es muy hermoso y el original me agrada quede en España. En los costados lleva esculpidos el desembarco en Palos y la presentación de los indios en Barcelona, en la parte inferior de la tapa la inscripción de todas las fechas memorables, y en la parte posterior va también ornamentada. Es un arcón que entusiasmará a todos.”

Meticuloso en la elaboración del mueble no se dejaba influir por los deseos del cliente cuando los consideraba inadecuados. En una ocasión en que una señora se le quejó de que el arcón estuviera tallado por la tablas espaldares y tuviera liso el exterior de la tapa y tallada el interior de la misma, le hizo comprender lo discutible de su opinión: “las tapas de los arcones no suelen ir talladas en el exterior porque encima del arcón se acostumbra a colocar un tapiz o una estatua policromada o algún objeto de arte y si fuese tallada constituiría, además, un nido de polvo, y el que la tapa vaya tallada en el interior obedece a que regularmente el arcón se llena de ropas preciosas que deben airearse dejando abierto el arcón y si este se colocara alguna vez en el centro de un salón no se vean las tablas espaldares burdas y por esta razón las decoro.”

Sus muebles escultóricos comenzaron a tener una rápida difusión, su estilo se hizo popular entre las gentes de gusto suntuario y los pedidos le venían de ciudades como Madrid, Barcelona, Valencia, La Habana, Filadelfia, Nueva Orleans etc.

En cierta ocasión rechaza un importante encargo de Estados Unidos porque le piden que vaya a montarlo: “cosa que veo difícil porque si abandonara ahora esto quizá moriría y como sabéis es de absoluta necesidad que deje fomentado esto en esta ciudad.”


VII. Magariños edil de la Municipalidad.

Es difícil imaginarse al artista involucrado en las bagatelas y papeloteos de los asuntos municipales si no fuera por el gran amor que demuestra sentir por su ciudad y por todos los asuntos que a ella incumben.

En el aspecto artístico siempre tuvo una especial preocupación por la conservación de los vestigios arquitectónicos medievales de la ciudad.

“Todos los que intervinieron directa o indirectamente en la urbanización de esta ciudad han preferido acatar la forma social rodeada del ambiente vicioso que ellos mismos aborrecían. Esto sucedió con el arte compostelano que nos legaron aquellos hombres de fe que en la Edad Media habían definido la espiritualidad plástica y conseguido formar una acrópolis del cristianismo que ha servido de faro a los artistas de todos los tiempos.”

“Imaginémonos a la ciudad compostelana durante la época medieval y nos haremos cargo perfecto que al rededor de su basílica románica, cuyo crucero se conserva y en la que se pueden advertir aun muchos ventanales y muros almenados, se agrupaban palacios señoriales, conventos e iglesias que trazaban aquellos arquitectos con fe y rivalizando en dar a toda clase de sus construcciones el carácter de espiritualidad plástica que enseñaba a los peregrinos la pertenencia y misión de cada monumento. Esto es evidente que sucedió hasta muy entrado el siglo XVI."

“Desde la época en que el herrerismo y el barroquismo invadieron pueblos grandes cupo a Compostela la parte principal de las operaciones de su mal gusto.”

“Nos levantaron grandes edificios herrerianos y barrocos, montañas de enormes piedras sin razonamiento constructivo. La ciudad de Santiago adquirió fama de monumental entre las gentes cultas, pero el que se para a contemplar los vestigios que de nuestro arte se conservan, surge la exclamación espontánea: ¡que barbaridad destruir una maravilla como esta, no cabe en cerebro humano!, y sin embargo cupo y aun cabe en gentes de todas épocas."

"Desde aquel entonces, Compostela fue en descenso, es decir, no se ha vuelto a producir arte del sentimiento. Dándose el tristísimo caso, que da vergüenza el referirlo, que hasta llegaron a admitirlo en nuestra basílica recubriendo y mutilando la capilla mayor, ábside y lucernas de su cabeza. Desde este hecho de gran transcendencia, se derrumbaron iglesias, sobre todo sus ábsides, palacios señoriales, rúas con sus típicos mercados y atrios y así fueron transformando nuestra ciudad hasta el caso de pretender convertirla en rival de las ciudades modernas cuya finalidad era el comercio y en esto estriba la equivocación de nuestras gentes.”

"Cada vez que advierto la construcción, derribo y mutilación de uno de los detalles arquitectónicos o decorativos de la ciudad de Santiago, en mi pensamiento renace la creencia de que en esta acrópolis del cristianismo, que definió el arte espiritual, fue el lugar escogido por los iconoclastas para destruir todo lo que ha esculpido la tradición."

"Cuando hace años se despojó de las capas de cal, que recubrían los capiteles y pilares de las naves de la Catedral, no se utilizó otro procedimiento que repicar lo enjalbegado con herramientas de corte, haciéndose sensibles mutilaciones, a parte de la desaparición presumible de interesantes signos lapidarios tan dignos de respeto como el más delicado detalle ornamental. Y hacemos memoria que al haber examinado entonces algunos de los trozos desprendidos en aquella labor, confiada a obreros inexpertos y sin la necesaria preparación, hemos visto fragmentos dorados y tonos azules que nos recordaban los signos policromados del grandioso Pórtico de la Gloria de la misma catedral, que sin género de dudas fueron decorados en el siglo XIII."

"Lo mismo ha sucedido con algunas estatuitas adosadas al llamado Pórtico de las Platerías de la misma basílica, pues el menos experto podrá conjeturar, con acierto, que aquellas han sido limpiadas con el cincel, sin conservar del carácter de siglo XI a que pertenecen, más que la silueta o conjunto.”

En cierta ocasión presenta una notable moción ante la Comisión Permanente, referente a las normas y medidas que se deben adoptar a fin de que se conserve el carácter típico de la edificación compostelana. Y en base a tal moción el alcalde, con un voto tan calificado como el del Sr. Magariños en esta materia, propone a la Comisión la celebración de un concurso – exposición de anteproyectos y bases de edificación y urbanización en los que se fijen, en líneas generales, las ideas precisas para llevar a cabo la reforma interior de Santiago y la apertura de una Selección especial de estudios y anteproyectos relativos a la “Casa Gallega” y que se fije por el Excelentísimo Ayuntamiento una zona que se considerará como monumento histórico.

Como edil se opuso a la Liga de Amigos en su pretensión de construir una plaza de toros en el lugar en el que el Ayuntamiento tenía previsto el emplazamiento de la gran feria, fuente de riqueza para el comercio y para la economía de la administración local: “No salgo de mi asombro que haya un solo hombre serio en Santiago que prefiera un ‘circo’, que seguramente correría la suerte de todos los levantados en las ciudades gallegas y que, además, sería el estorbo mayor para desarrollar una riqueza efectiva para nuestra ciudad.”

En varias ocasiones manifestó bien claramente su criterio sobre las exposiciones gallegas: “En varias ocasiones he manifestado bien claramente mi criterio sobre las exposiciones gallegas. Las exposiciones de bellas Artes, dígase lo que se diga de ellas, mal o bien, siempre demuestran el progreso o retroceso en la belleza plástica de los pueblos que las organizan y fomentan. Pero Galicia lleva organizando algunas exposiciones y todas ellas no pasaron de ser la demostración palpable de una desorientación de la educación de sus pueblos. Es sumamente fácil llenar un edificio de cuadros de todas la épocas adornándolo con mueblaje de menos o más buen gusto, pero si la Exposición carece de la misión de definir los problemas educativos, y no ejerce en su conjunto ni detalla mas objetivo que una manifestación personal de un eclecticismo artístico, sin definición en el arte decorativo, ni siquiera en su técnica manufacturera, los esfuerzos de sus organizadores resultan estériles.”

En el tiempo en que ejerció como concejal le tocó pronunciarse sobre asuntos de tanta transcendencia como el proyecto del alcantarillado de la ciudad y la anexión del ayuntamiento de Conxo. Y en materia presupuestaria municipal se mostró prudente aconsejando reducir en lo posible los gastos sin castigar demasiado al pueblo en la parte contributiva “teniendo en cuenta que la ciudad era pobre y miserable en la inmensa mayoría de sus habitantes, sin apenas industrias y con un enorme contingente de habitantes que poblaban nuestra ciudad en asilos, hospitales, conventos y gentes modestísimas de empleados en los cuarenta y dos edificios públicos que no contribuían a nuestro municipio.”

En las fiestas del Apóstol de 1925, siendo concejal, regaló al Ayuntamiento una hermosa estatuita, copia en azabache del apóstol del Pórtico de La Gloria, tallada por él, para que la Corporación, en nombre de la misma la entregara al Sr. Nuncio de su Santidad, como recuerdo de su estancia en Santiago.

“Nada más por hoy (le dice en carta a uno de sus hijos), todos quedan bien, yo perfectamente, quedándome todavía humor para armarles gresca a mis compañeros del Concejo, que el pueblo me felicita por la defensa que de nuestros intereses hago.”


VIII. Su muerte.

El 26 de marzo de 1927 moría el escultor Magariños en la casa de su propiedad número 9 de la Puerta de la Peña en Santiago de Compostela.

Unos días antes, el matrimonio había ido A Coruña a despedir a su hijo Jesús Maximino que se embarcaba en el buque Mosella en su primer viaje como médico de la marina civil, en calidad de facultativo en ruta. De regreso a Santiago y durante todo el trayecto Magariños se sintió con fiebre y llegado a su casa la septicemia que le diagnosticaron acabó con su vida en apenas una semana.

Tan inesperada fue su muerte que los propios santiagueses no se lo podían creer. Los rumores de su muerte empezaron a circular por la ciudad y la reacción de todos era de perplejidad, de sorpresa y de incredulidad.

La prensa local y regional se hizo eco de su muerte y dedicó a su desaparición setidos artículos haciendo resaltar la obra artística del escultor.

“Un hado adverso empeñase en arrebatarnos a nuestros hombres ilustres cuando después de luchar por la vida y por la fama comienzan a gustar los frutos legítimos de su laboriosidad y su talento.”[14]

“Magariños estaba consolidando una escuela escultórica de marcado sabor nacional en la hora fatídica de su muerte. La nota ‘españolista clásica’ es la que prende y resplandece en todas su producciones.”[15]

“Era un entusiasta gallego, un apasionado compostelano y un artista que así sabía huir de adocenamientos torpes y pretenciosos como de innovaciones y modernismos pueriles.”[16]

El Diario Español de Montevideo también hizo una referencia a tan sensible pérdida: “Al dedicar esta breve nota a la obra artística de Maximino Magariños, hacemos público nuestro testimonio de pesar por esa pérdida irreparable.

El escultor Francisco Asorey se personó en la casa del escultor fallecido con la intención de sacar la mascarilla de su rostro, cosa que le fue imposible realizar porque la enfermedad lo había desfigurado.

Sus discípulos y operarios, al tener conocimiento de su muerte se esforzaron durante horas, sin descaso en construir un artístico féretro en madera de ciprés y forma de arcón, con figuras en los costados esculpidas en altorrelieve relativas a la muerte, que constituyó una verdadera obra de arte, hasta el punto que algunas personas creyeron que el escultor ya tenía preparado su féretro de ante mano. Trabajaron en esta obra, fruto de la devoción y cariño que sentían por su maestro, el último ramillete de discípulos y oficiales de su taller: Jesús Picón, José Liste, Marcelino Pena, Manuel Sánchez, Manuel Domínguez, Manuel Ventosa, Antonio Martínez, Juan Lago, José María López, Constantino Lois y Santiago Álvarez.

La comisión municipal permanente acordó que al entierro concurrieran dos ujieres con hacha y una comisión del ayuntamiento.

El funeral tuvo lugar en el convento de los padres franciscanos. El coro de la Reverenda Comunidad interpretó el oficio y misa, y al final de la misma entonó un solemne responso. Seguidamente se celebró el sepelio.

Magariños era un hombre muy querido y conocido en Santiago, y el hecho de que su sepelio coincidiera en domingo hizo que el cortejo fúnebre fuese muy numeroso y en el tomaran parte todos los estamentos sociales de la ciudad.

A su muerte dejó un fecundísimo legado de obras de arte, sobre todo de tallas en madera, que le acreditan como uno de los maestros contemporáneos en esta especialidad. Pero no fueron solo obras, dejó también un legado de destacados discípulos que se formaron en sus talleres: José Rivas, José Otero Gorrita, Eduardo García, Enrique Carballido, Francisco Vázquez Díaz, Los hermanos Picón, Larrauri y muchos otros como reconoce el propio Magariños: “hace treinta años que estoy labrando en mis talleres tratando de resucitar las tallas en madera y educando a centenares de tallistas que ocupan lugares preferentes en la mayoría de los talleres que cultivan este arte en España.”

Y no solo se ocupó de los discípulos artistas, sino que se dedicó a educar a los operarios en las manufacturas artísticas. Los operarios, algunos de ellos siendo aún niños aprendían a desbastar la madera e iban perfeccionándose poco a poco en otras labores, modelando, tallando, pintando, repujando: “los operarios que hoy trabajan en el taller entraron con el propósito de aprender y están estudiando todo el día, incluso los días de fiesta, sin que lo que hacen se pueda considerar como obra para el mercado y si solamente como estudios, tanto en escultura como decoración, pues el operario pintor se ejercita en terminar encarnaciones a las que nunca se había dedicado y por este estilo todos los demás.”

En suma, un artista dedicado toda su vida a dar a sus discípulos lo que él llevaba dentro de si mismo; el arte de su entrañable tierra galaica, y un amante de su Compostela que la quería ver convertida en un centro artístico.

En 1991, con motivo de la desaparición del cementerio de Santo Domingo, donde tuvo lugar su enterramiento, la familia solicitó permiso al párroco de Villestro, por mediación de Don Jesús Precedo Lafuente, Deán Honorario de la Catedral para depositar las cenizas del escultor en el sepulcro que en dicha parroquia tiene la casa de los Bendaña, y allí reposan en paz.



[1] Adaptación al texto de las notas escritas por los hijos del escultor a la muerte de este.

[2] Evocación poética con la que Jaime Magariños describió el embarazo de su abuela paterna.

[3] Dolores Rodríguez de Bendaña[3], desciende de una de las más destacadas familias de Galicia, la de los Bendaña que contó en la Edad Media y Moderna con ilustres miembros en el Cabildo Catedralicio de Santiago

[4] Moar, José María, El Compostelano 26 de abril de 1924, nº 1.252 Santiago de Compostela.

[5] El Compostelano 01 05 1925, nº 1540

[6] El Compostelano 24 04 1924, nº 1250

7 La ejecución de la obra duró casi dos años.

[8] El Eco de Santiago 07 05 1924

[9] Sánchez Rivera, C, s.a. “Nuevo Retablo de la Capilla de las Reliquias” p.p. 95-98. En Notas compostelanas. 285 p.p.

[10] Louzao Martínez, Francico Xavier, “Tres obras de Maximino Magariños en la parroquia de Senande.” Boletín do Museo Provincial de Lugo, Vol VI.

[11] San Martín Pinario, 2000, Xunta de Galicia. Consellería de Cultura, Comunicación Social e Turismo.

[12] Bernard Palissy, 1510-1589, ceramista francés.

[14] El Eco de Santiago? 27 de marzo de 1927

[15] El Eco de Santiago? 27 de marzo de 1927

[16] La Voz de Galicia 27 de marzo de 1927

1 comentario:

  1. Hola buenos dias.

    Disculpe las molestias pero he leido el blog sobre Maximino Magariños, creo que lo ha escrito usteed, y es un tema que me interesa.

    Yo estoy buscando información sobre uno de los discipulos de Magariños, concretamente José Rivas, Pero apenas puedo encontrar nada ya que no hay nada escrito sobre el.

    No se si usted podría ayudarme sobre este tema, si es asi, se lo agradecería muchísimo. En caso que no pueda, pues espero no molestarle con este correo.

    Un saludo.

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